2.2 LA COLINA DE MONTMARTRE
Montmartre, la conocida Butte, llamada así por su curiosa situación topográfica en forma de colina, se distinguía por sus callejuelas mal empedradas dispuestas en cuesta, entre cuyos jardines y merenderos discurrían casas viejas o barracones, formando hasta finales del siglo XIX un enclave casi independiente de la ciudad de Paris.
A pesar de que Echevarria aun no residía en Montmartre, eran frecuentes sus idas y venidas al taller del escultor Francisco Durrio, quien se albergaba por entonces en el famoso edificio del “Bateau Lavoir”. Desde el principio, consideró a Durrio su mas cercano amigo entre la colonia de artistas españoles residentes en la capital parisina, el cual le prestó una especial atención a su obra. Siempre estimó mucho su opinión pictórica por su “gran espíritu de justeza”, a menudo señalándole los defectos a corregir y ensalzando cualquiera de sus cualidades pictóricas. A partir de 1905, ambos solían participar en las cenas de Le Diner du Quatorze, presididas por Carriere, celebradas el 14 de cada mes y a las que asistían habitualmente un buen número de intelectuales y artistas, Apollinaire, P. Lafort, Steilen o Matisse.
Paco Durrio o Paquito, como le llamaban por su aspecto físico rechoncho y baja estatura, poseía un extraordinario instinto artístico y una honda humanidad. Con un carácter abierto y sincero estaba considerado una persona clave dentro de la colonia de artistas españoles, pues era el contacto previo de todos aquellos jóvenes advenedizos que pretendían relacionarse con los modernos cenáculos artísticos de la capital parisina. Por su taller de Montmartre pasaron aquellos pintores jóvenes españoles, completamente desconocidos, que todavía no obtenían ningún sustento económico a través de sus trabajos pictóricos, Picasso, R.Canals, J.Sunyer, R.Pichot o J.Gris, así como otros extranjeros A. Modigliani , algunos de los cuales terminaron por quedarse a vivir en el Bateau Lavoir.
En el umbral del siglo veinte, Echevarria descubría la obra de Paul Gauguin en el modesto estudio del escultor. A lo largo de las últimas décadas del S.XIX , Durrio mantuvo una prolongada amistad con Gauguin y con el grupo de los Nabis, conocidos en el ambiente artístico de la capital parisina. Tras el fallecimiento de este genial maestro francés (1903) en las islas Marquesas , le dejaría un valioso legado artístico con títulos tan renombrados como “El Cristo amarillo”, “Bonjour, Monsieur Gauguin” “Retrato de su madre Aline”, etc, algunos pertenecientes a su estancia en Bretaña, entre más de un centenar de piezas, óleos, acuarelas, gouaches, dibujos, grabados y litografías.
Desde el principio, el joven pintor bilbaíno se sintió fuertemente seducido por aquellas modernas composiciones de Gauguin trazadas de forma sintética, portadoras de un vibrante colorido y concebidas con un exotismo inédito hasta el momento. Según el pintor Daniel Vázquez Díaz, Echevarria se encontraba entre los pocos artistas de su tiempo que solía hablar sin tapujos alabando la obra de Gauguin y Cezanne, mientras que para la mayoría de sus compañeros aun no habían reparado en la aportación estética de tales genios. De igual modo, sintió verdadero aprecio por la obra de Van Gogh , manifestando su particular entusiasmo por su conocido cuadro de botas viejas y usadas, impresionante imagen de la auténtica indigencia.
Entretanto, sus continuadas visitas al taller de Paco Durrio le llevaron a familiarizarse con las distintas esculturas albergadas en su estudio , unas de Durrio y otras realizadas por Gauguin. De tal manera que decidió introducir algunas de estas esculturas en varias naturalezas muertas de esta época, como por ejemplo en su “Naturaleza muerta con esculturas de Paco Durrio”, (1909). Pero, ante todo, le sorprendieron aquellas originales “esculturas en cerámica” llevadas a cabo por ambos artistas después de que compartieran sus inquietudes en el taller del ceramista Ernest Chaplet y del artista y orfebre, A. Muncha. Cabezas escultóricas elaboradas en cerámica policromada, que quiso llevar al lienzo en más de una ocasión en su “Naturaleza muerta con esculturas cerámicas de Paco Durrio y Gauguin”(1910).
Alrededor de 1906, Juan decidió trasladar su vivienda a Montmartre, alojándose en el número 123 de la calle Caulaincourt. Una céntrica calle en donde residieron algunos de sus compañeros, el pintor catalán J.Sunyer ,D.Vázquez Díaz, R.Canals, J.Gris, J.Winthuysen , o el propio I.Zuloaga. Desde el séptimo piso de su casa , llevó al lienzo una vista panorámica de las pequeñas ventanas redondeadas sobresaliendo en las azoteas de algunos edificios colindantes en su oleo “Montmartre” . Según Fernande Olivier, compañera de Picasso, la relación cotidiana entre los artistas españoles era más que cordial y Echevarria poseía un aspecto distinguido y bien parecido. A menudo, los artistas mas pudientes del grupo solían compartir los gastos de las comidas en las reuniones caseras, aunque casi siempre hacían unos menús poco complicados y poco variados, pues la mujer de Canals, la romana Benedetta Bianca, se ceñía generalmente al tradicional plato de macarrones.
La colonia de artistas españoles con el joven Picasso a la cabeza, a veces acompañados por algunos jóvenes literatos franceses , M.Jacob, Salmón, alternaban en diversos conocidos cafés de la época. De su compañerismo con Picasso, hacia el año 1905, Echevarria trajo consigo a España tres oleos suyos, con la pretensión de venderlos por un valor de cien pesetas cada uno, siendo adquirido uno por un amigo suyo.
En aquellos días de bohemia , uno de los lugares más concurridos era la taberna “Le Lapin Agile”, que contaba con un pequeño jardín muy transitado en verano. El ambiente de este café recogía una atmósfera particular, especialmente artística, ya que las mesas más que vasos o tazas solían estar abarrotadas de carpetas y papeles de pintura y en sus paredes colgaban a menudo bastantes cuadros, además de todo tipo de esculturas salidas de manos de sus contertulios. El creciente número de oleos proveniente de autores como Picasso, Utrillo, Giriaud, etc. junto a un enorme Cristo de yeso, le concedían un aire atractivo que animaba mucho la apariencia lúgubre de este bohemio local. A veces, hasta altas horas de la madrugada se mantenían tertulias y se organizaban recitales. En ocasiones , después de su cierre los artistas solían prolongar la tertulia en otro lugar hasta la llegada del amanecer.
El dueño del café, un tal Frede, amante de la guitarra y a quien le gustaba fumar en pipa, sentía tal inclinación por el mundo del arte y admiración por cualquier tipo de artista, que en aquel recinto de indisimulada pobreza, músicos, poetas, escritores, pintores en su paupérrimo estado cotidiano recibían algo de comida y de bebida a cambio simplemente de una canción, un poema, o un lienzo. Posiblemente, esta filantrópica actitud de Frede, su condescendencia ante el lastre monetario de aquellos desconocidos artistas, movió a Picasso a corresponder a su petición de pintarle un óleo dentro de su café, ejecutando su emblemático cuadro llevado a cabo en 1906 titulado “Au Lapin Agile”.