10.3 LA REPUBLICA Y LAS BELLAS ARTES. EL MUSEO DE ARTE MODERNO MADRILEÑO
Con la instauración de la Segunda República española en abril de 1931, muchos de sus amigos intelectuales pusieron su confianza en el nuevo régimen en busca de ese ideal de regeneración y modernización del ámbito cultural español. Distintos grupos de artistas contrarios hacia el modelo anterior, pensaron en una apuesta de reforma en profundidad sobre la deriva de las Bellas Artes en nuestro país. Entre otros, un grupo liderado por el escultor Emiliano Barral, formaron la Agrupación Gremial de Artistas Vascos (A.G.A.V), concienciados en continuar el camino de renovación en la vida artística nacional .
A lo largo de este periodo, Echevarria volvía de nuevo a escribir distintos artículos publicados en el periódico “Crisol” . En esos dias, expresaba el sentir generalizado entre una buena parte de los artistas de signo vanguardista, que veían con especial preocupación el estado de dejadez en que se encontraba el Museo de Arte Moderno madrileño, poniendo su esperanza en que con el cambio de mandatarios se resolviera el problema de una manera más eficaz.
En sus escritos, ponía de relieve que aparte de alguna obra perteneciente a algunos creadores impresionistas no se había adquirido ningún cuadro representativo del arte contemporáneo mundial, y que de haberlo hecho en su momento preciso, se hubiera podido comprar numerosa obra a precios del todo irrisorios. Por consiguiente, la incapacidad de los mandatarios vigentes, escogidos por su categoría social, más que por su verdadera aptitud en el campo artístico, había provocado la completa ausencia de obra perteneciente a autores nacionales, pioneros de la vanguardia, algunos de los cuales ya comenzaban a disfrutar de una proyección internacional . No habían tenido en cuenta el único cuadro de Picasso expuesto a principios de siglo (1901) en la Exposición Nacional de Bellas Artes o bien la abundante obra de Regoyos ,ni tampoco los cuadros o esculturas de los pioneros del arte contemporáneo español en los umbrales del siglo veinte :
“En dicho Museo, fuera de escasísimas obras, no halla representación la pintura moderna; no ya la universal , pero ni siquiera la española. La representación que en él tiene un Zuloaga o un Solana son insignificantes y de puro compromiso. De Picasso, el pintor de renombre mundial, no existe ni una sola obra. De Anglada lo mismo. Si de los artistas vascos se trata no existe un solo Regoyos y ello a los veinte años de su fallecimiento (…) No hay Arteta, ni un Arrúe. De los pintores catalanes en boga hay un Sunyer que se compró bajo la presión de una solicitud firmada por gente de prestigio. Los pintores asturianos tienen una representación bien pobre; y en cuanto a los escultores españoles, algunos de los mejores no la tienen en absoluto. ¿Y es esto lo que debe ser el museo representativo del arte moderno español?”.
En su opinión, era necesario un auténtico giro de timón acerca de la normativa regidora en todas las entidades relacionadas con las Bellas Artes, denunciando la indiferencia que los dirigentes del Museo de Arte Moderno madrileño habían mantenido hacia el arte contemporáneo español y extranjero, al eludir sus deberes esenciales con respecto a la sociedad española :” Todos los grandes museos modernos de Europa y de América se han cuidado de hacerlo. Y una capital como la de Madrid, que cuenta con una de las pinacotecas más importantes del mundo, cual es la del Prado, estaba por este hecho, más obligada que otras a sostener en lo posible la tradición excepcional de nuestra cultura artística. No hace muchos años que se fundaron en Bilbao, los Museos de Arte Antiguo y Moderno, y en lo que respecta a éste, en todo momento se ha velado por elevarlo a una categoría que no tiene el de la capital”.
Pero además, a este cerrado ambiente se le añadía la escasez de mecenas , de coleccionistas de arte o de galeristas españoles que en alguna medida prestaran su apoyo a los artistas renovadores dentro del panorama cultural nacional. A diferencia de nuestro país, una buena parte de la burguesía acomodada de algunos países europeos, Francia y Alemania, ya habían apostado por la pintura contemporánea, a pesar de que su principal motivación fuera la especulación, mientras que en España la figura del mecenas era apenas inexistente dentro de nuestro mercado del arte.
Una vez recién instaurada la República, tras el nombramiento de la nueva directiva del Museo de arte moderno , el crítico de arte M.Abril publicaba un artículo titulado “Los doce apóstoles del Museo” , donde ponía de manifiesto que casi todo estaba por hacer, proponiendo un museo “orgánico”, en el que las salas fuesen representativas de las distintas tendencias a lo largo de la historia del arte. La idea era poco viable, debido a la escasa cantidad económica fijada para adquirir obra perteneciente a creadores españoles , así como de artistas de renombre internacional . Al fin, en mayo de 1931 fue designada la nueva Junta del Museo de Arte Moderno, nombrándose como presidente a Ignacio Zuloaga y vicepresidente a R. Gutiérrez Abascal ( Juan de la Encina) y entre los patronos se encontraban J.Echevarría , Cristóbal Ruiz, , D.Vázquez Díaz, E.Barral, A.Méndez Casal M.Benedito, M.Nelken, S.Zuazo, L.Lacasa, M.Benlliure, L. Tapia, J.M Lopez Mezquita.
Sin embargo, en poco más de un mes, su repentino fallecimiento no le dejó tiempo para impulsar ningún proyecto que pudiera sustituir al vetusto repertorio de obras de arte acumulado en el citado Museo. No pudo asistir al año siguiente al nombramiento unánime del crítico vasco R.Gutiérrez Abascal como director del Museo de Arte Moderno y Subdirector a A.Pérez Rubio. Ni tampoco, al cambio experimentado con la adquisición de cuadros pertenecientes a aquellos pioneros del arte contemporáneo español, hasta entonces desfavorecidos o marginados, algunos de los cuales ya se encontraban en edad madura o bien ya habían fallecido en las primeras décadas del siglo: Echevarria, Regoyos, Iturrino, Julio Antonio …, al igual que de algunos artistas jóvenes como Palencia, Cossío y Mateos. Un interesante legado conservado hasta nuestro días, patrimonio artístico del actual Centro de Arte Reina Sofía (M.N.C.A.R.S.).
La prematura muerte llegó al pintor vasco el 7 de julio de 1931 en su domicilio madrileño. Fallecía en la madrugada después de dos semanas en la cama tras sufrir un ataque cardíaco en el estadio Chamartín madrileño, mientras asistía a la final de Copa de fútbol entre el Athlétic Club Bilbaíno y el Betis sevillano (22-6-131). Al igual que sus hermanos José Luis, Ramón y con posterioridad Luis, murió por una endocartitis , algo que a su amigo el doctor Guegorio Marañón le pareció bastante excepcional que se diera en tantos miembros de una misma familia . Los periódicos madrileños y bilbaínos publicaron la noticia extensamente.
Numerosas personalidades del ámbito artístico e intelectual y personajes políticos de la recién nacida República se acercaron a su casa madrileña en señal de duelo, entre los que se encontraban Ramón de Valle-Inclán, R.Gutiérrez Abascal y Enrique Díez-Canedo. Al día siguiente, sus restos mortales fueron trasladados a la estación del Norte con una comitiva fúnebre presidida por el ministro de Hacienda, Indalecio Prieto, el director general de Bellas Artes, Ricardo Orueta, junto a su hijo José, su hermano Eugenio Echevarria y su cuñado Rafael Picavea. Acompañados de muchos amigos escritores y artistas tal que R. Valle-Inclán, Ricardo Gutierrez Abascal, A. Vegue y Goldoni, L. Bello, M.Benedito, C. Ruiz, I. Anasagasti, , E. Díez-Canedo, C.Rivas Cherif, F. Lequerica, Martínez Barrón, M. Fernández Almagro, L. Araquistaín, R.Blanco Fombona, D. San José, P.Mourlane Michelena , J.M. Salaverría, Max Aub, J. Francés, L. Olariaga, Marques de Montesa y demás artistas como Sancha, Arteta, Solana, Zuazo, además de una amplia representación del Círculo de Bellas Artes, acompañando su cadáver hasta la estación de tren con destino a Bilbao. .
En la capital bilbaína, el funeral tuvo lugar en la Iglesia de San Francisco de Asís el día 10 de julio presidido por una comitiva formada por treinta niños de la Santa Casa de la Misericordia, y cuarenta obreros de la fábrica de Echevarria S.A. con hachas blancas. Diversa gente conocida de la vida cultural, social y política acudieron como Eustaquio Artiach, Gregorio Ibarra, Antonio Guezala, Joaquín Zuazagoitia, Joaquín Adán, Pedro Eguillor, ……los sacerdotes Resurección María Azcue, Gervasio Pujana y Luis de Urrutia, su hijo José, sus hermanos Luis y Eugenio y su cuñado Jesús Barreiro. En la segunda presidencia, estuvieron sus sobrinos Arturo, Luis Fernando, Federico y Alfonso Echevarria, Julio, Emiliano Uruñuela Echevarria, y Rafael Picavea Echevarria, entre otros. En presencia de su propio padre, de 91 años, quien le llegaría a sobrevivir en poco más de seis meses, y de todos sus familiares cercanos era enterrado en el panteón familiar del cementerio de Vista Alegre.
A los 56 años de edad, en su rostro había signos de vejez prematura. Dentro de su habitual imagen, vestido a menudo con gabán negro, gafas de concha y clásico sombrero se desprendía algo de señorial y ausente, pero a su vez algo de bohemio y de huidizo de la popularidad. Se había ganado el respeto intelectual y humano en los cenáculos más reputados madrileños, aunque sentía un profundo cansancio por la incomprensión frente a algunos círculos pertenecientes al mundo del arte. A pesar de su natural tenacidad, ya se notaban ribetes de desánimo frente al esfuerzo cotidiano de superación personal, ya se apreciaban síntomas de fatiga por su intachable probidad al defender cualquier cuestión en honor a la justicia. Su vida dedicada al arte, su vocación a la pintura, se apagaba antes de que emprendiera su mandato hacia esa regeneración tanto por él anhelada, abandonando tal sueño en otras manos.
En su estudio de la calle Sagasta quedaba inacabado en un caballete un óleo de gitanos, aunque en su último año de vida, continuaría retratando algunos de sus amigos escritores : una figura de Valle-Inclán con silueta esperpéntica mirando de frente . Entre el elenco de personajes conocidos de la vida intelectual madrileña dejaba sin pintar al escritor Rafael Sánchez Mazas, amigo de la infancia de su familia, a quien en sus últimos años quiso hacerle un retrato, sin poderlo al fin llevar a cabo: “Juan – le dijo aquél niño, ya hombre – sabes mi admiración, mi amor por tu pintura, pero a mí no me gusta que me pinten. – Bien – dijo Juan – ¿ y si te regalo la naturaleza muerta que quieres para el salón de tu casa? – Entonces, bien – le contestó el antiguo niño – sabes que ningún cuadro me gustaría más. Pero Juan se murió muy poco después.”
Apenas al iniciar su andadura en el Patronato del Museo de Arte Moderno madrileño fue sustituido en su cargo por el pintor catalán Joaquín Sunyer. Al año siguiente, en el número 1 de la revista “Arte” se publicaba el retrato al óleo de Echevarria de manos de Daniel Vázquez Díaz junto a un artículo de A.Ferrant, como si de un merecido recuerdo se tratara hacia uno de los más importantes impulsores del arte contemporáneo español.
En 1932, coincidiendo con la inauguración del nuevo Museo de Arte Moderno madrileño, con R.Gutierrez Abascal a la cabeza, se tomaba la decisión por parte de los responsables de celebrar una Exposición Antológica de la obra de Echevarria. La Exposición-Homenaje obtuvo proyección en el ámbito español, siendo visitada por el Sr. Alcalá Zamora , Presidente de la recién estrenada República española , al lado del primer ministro, y del director del Museo, Ricardo Gutierrez Abascal. Con esta amplia muestra abierta al público en junio, el Museo de Arte Moderno dio por iniciado su futuro recorrido hasta el comienzo de la guerra civil. Una etapa que conllevaría un giro crucial en su política de adquisición artística, con el consabido protagonismo de los que iniciaron la senda de la modernidad artística en España. Dentro de esta nueva perspectiva del Museo, a pesar de la abundante presencia de obra de diversos autores del siglo XIX, se intentó propiciar un lazo de continuidad entre las distintas generaciones de artistas vanguardistas con sus variadas propuestas en las primeras décadas del siglo veinte.
En pocos años, en sus salas ya se podían admirar diversos artistas como Regoyos, Anglada Camarasa, Echevarria, Arteta , Zubiaurre, Sunyer, Mir, Vázquez Díaz , Palencia, Cossío, Valverde, Aguiar, Prieto etc. El primer óleo de Echevarria adquirido por el Museo de Arte Moderno madrileño fue una “Naturaleza Muerta” por el valor de 10.000 pesetas. Y el segundo cuadro era el retrato de “Ramón del Valle-Inclán con poncho”, perteneciente a la colección particular del Sr. Rodríguez (1923), el cual era donado al museo por su viuda a la muerte de su marido el 26 de junio de 1935.
Recién llegada la Segunda República, el escultor Francisco Durrio le escribió a Miguel de Unamuno con el objeto de que hablara con el embajador francés a fin de organizar una gran exposición retrospectiva en una sala del “Jeu du Pomme” parisino, ya que en su opinión le consideraba el mejor pintor español después de Goya . Por cualesquiera motivos dicha propuesta no llegaría a buen término. Una vez finalizada la guerra civil su taller de pintura era alquilado por el joven Benjamín Palencia , quien al parecer establecía allí su vivienda . Algunos amigos escritores dejaban escrito una semblanza acerca de su perfil humano, aquel con quien habían compartido la apertura a la modernidad en el arte español.