2.3 LOS SALONES DE OTOÑO. EL MARCHANTE PAUL ROSENBERG
Su larga estancia en el extranjero acrecentará sus viajes por distintas capitales europeas, visitando Holanda, los famosos ballets en Rusia, los museos de Italia, y en su faceta de melómano empedernido asistió varios meses al ciclo de Wagner en la localidad alemana de Bayreuth.
En 1909 contrajo matrimonio con Enriqueta Normand Böer , bastante más joven que él, de aspecto menudo y de temperamento muy vivo. Durante el primer encuentro con su marido en una reunión de amigos, le sorprendió su aire reconcentrado y su considerable timidez, siendo “el único de aquella reunión que no me dijo ningún cumplido. Yo estaba hasta molesta…..” . Su mujer era de ascendencia francesa nacida en Rumania, debido al trabajo de su padre como ingeniero en la fábrica de Shell.
Al cabo de dos años de matrimonio, nació en la capital francesa su único hijo, José , el 22 de octubre de 1911, siendo su padrino en el bautizo su amigo el ingeniero alemán, Arthur Schäffer, a quien le dedicará uno de sus cuadros de naturaleza muerta, “Flores y frutas” ( 1911) .
Por entonces, Juan acudirá a tomar apuntes en la Academia Rodolphe Julian, una conocida escuela de arte privada, por la que ya habían pasado diversos creadores de signo vanguardista. A lo largo de su estancia parisina, Echevarria experimentó su verdadero hallazgo pictórico: su despertar al color. Su fascinación por las calidades cromáticas supondría una transformación paulatina en su quehacer pictórico, abriéndose a una nueva gama de cromatismos mucho más rica, desterrando casi de forma absoluta el predominio de los negros, rojizos y ocres en su paleta.
Ante todo, se dedicó a hacer estudios de color a través de sus floreros y naturalezas muertas, escogiendo a menudo jarrones de cerámica de Talavera. En sus naturalezas muertas entrelazaba distintos objetos, floreros, a los mas tarde acompañó con una serie de paños, cuencos con frutas, libros, cuadros y variados motivos orientales como grecas o estampas japonesas.
En 1911, Durrio le animó a que exhibiera su obra en el Salón de Otoño, escaparate del “arte nuevo” más en boga del panorama cultural parisino. En esta ocasión, accedió a enviar cinco cuadros, entre los cuales estaba el retrato de su amigo el escritor “Pierre Paul Plan” , mientras a su amigo el pintor Iturrino se le concedía una sala propia en el mismo Salón, exhibiendo un conjunto de veintiocho obras . Acerca del oleo de Pierre Paul Plan, el crítico de arte y poeta, Guillaume Apollinaire comentaría: “Il faut mettre hors de pair l´exposition d´Echevarria qui expose entre autres excellents morceaux, un portrait de P.P. Plan, a qui les bonnes lettres doivent tant de reconnaissance. On n´a généralement pas pris garde que l´envoi d´Echevarria revelait un temperament de premier ordre”. (Echevarría expone entre otras piezas, un retrato de P.P.Plan, a quien las buenas letras deben tanto reconocimiento. No ha quedado oculto que el envío de Echevarria revela un temperamento de primer orden.).
De igual modo, el escritor español Luís Bonafoux, se refería al busto del escritor suizo (P.P.Plan), manifestando que “está muy bien de carácter, muy bien de pintura, inspirado y sentido, profundamente sicológico, y el embeleso intelectual que produce es tan hondo y permanente, que los ojos se empeñan en seguirle”.
La buena acogida de la prensa francesa le animó a invitar a su casa a un grupo cercano de amigos, entre los que se encontraban Paco Durrio, el pintor José González de la Peña, el mecenas Pedro Jiménez Inlundain, el periodista Luis Bonafoux y el bibliofilo Cayetano Cervigón López de Ayala. No obstante, a tenor de los críticos franceses, los indudables protagonistas de este Salón de Otoño, quienes asombraron verdaderamente al público, trastocando todos los esquemas posibles, fueron los pintores cubistas. Con su nueva estética, en base a descomponer los objetos en formas geométricas, se convirtieron en el hazmerreír del público en su estreno.
Al año siguiente, Echevarria volvía a repetir la experiencia en el Salón de Otoño (1912 ), junto a otros artistas españoles, Vázquez Díaz, los hermanos Valentín y Ramón Zubiaurre y el siempre original Gutiérrez Solana. Así pues, enviara tres lienzos, una “Naturaleza Muerta” y dos retratos, uno de su buen amigo “Leopoldo Gutiérrez Abascal” , y el otro del bibliófilo “Cayetano Cervigón” , amigo de Pio Baroja, de quien Apollinaire volvería a escribir otro comentario favorable: “Le portrait de don Cayetano Cervigón, par Echevarria, es un bon morceaux de le Salón. Il y a dans cette ouvre de l´ audace et de la maitrise”. (El retrato de don Cayetano Cervigón, por Echevarria, es uno de los buenos cuadros de este Salón. Hay en esta obra audacia y maestría.) . Sin duda, se sintió orgulloso de la opinión favorable que Regoyos manifestaría acerca de su retrato de Leopoldo Gutiérrez Abascal, al que descubría un espíritu que en otros pintores no había encontrado.
A su íntima satisfacción por el resultado de la exposición , a lo que favoreció el buen acondicionamiento de la sala y la iluminación artificial de sus cuadros, se sumó el considerable eco de su retrato de Cayetano Cervigón , saliendo publicado con posterioridad en la revista cultural bilbaína “Hermes” ( R. Hermes, nº2, 1917) y vendiéndose a un particular en poco tiempo. Pero además, un coleccionista anglosajón le compraba una Naturaleza Muerta en una suma nada despreciable cercana a los mil francos.
Dentro de este favorable ambiente comercial, a finales del año 1912, se abría ante su porvenir un esperanzador contacto en medio de la dificultosa situación del mercado del arte. El conocido marchante de arte Paúl Rosenberg, que poseía una galería de arte ubicada en la calle de la Opera, uno de los galeristas mejor relacionados de la época, escogía la obra de un grupo selecto de ocho pintores y dos escultores, entre los cuales se encontraban Paco Durrio, Echevarria y el famoso creador francés Maurice Denis, además de Pierre Girieud.
Con este grupo de artistas, Rosenberg estableció unos acuerdos, en donde se comprometía a llevar a cabo una exposición permanente del grupo de artistas en su galería parisina y a realizar de forma periódica sucesivas exhibiciones individuales, a fin de que se divulgara mejor la obra de cada uno de ellos. Con la pretensión de dar a conocer el grupo de artistas en el extranjero mediante la puesta en marcha de diferentes muestras colectivas en distintos países como por ejemplo en Alemania. En contraprestación, los artistas estaban comprometidos a dejarle en depósito toda su obra, no pudiendo hacer venta alguna a ningún particular sin la intervención del marchante, quien obtenía una comisión correspondiente por cada cuadro vendido.
Ante este naciente panorama de compromiso comercial, que podía concederle alguna proyección a nivel internacional, se sintió muy ilusionado y agradecido a Paco Durrio, ya que el marchante francés tuvo acceso a su obra en el taller del escultor. En efecto, al año siguiente, Rosenberg enviaba dos de sus obras, “Florero” y “Naturaleza Muerta” al Salón de Otoño parisino (1913). Antes de su regreso , Echevarria dejaba en depósito en su galería al menos diez cuadros y, a pesar de que residiera fuera de Paris, mantuvieron una relación comercial a lo largo de varios años. No obstante, el inminente trágico conflicto de la Primera Guerra Mundial desencadenado un año después de su contrato con Rosenberg le llevaría a plantearse su vuelta definitiva a España.
En cualquier caso, su relación amistosa con el escultor Durrio, quien siempre mantuvo su residencia en la capital francesa , se prolongó a lo largo de toda la vida, siendo su magnífico retrato colgado en la exposición individual en el madrileño Salón de los Amigos del Arte (1926). Al igual que otros compañeros españoles coetáneos, dejaba atrás una etapa crucial en su trayectoria artística, por su definitivo encuentro con el rompedor arte contemporáneo.