5. BILBAO: LA I EXPOSICIÓN INTERNACIONAL DE PINTURA Y ESCULTURA. (1919)
5.1 BILBAO CENTRO MODERNIZADOR DEL ARTE ESPAÑOL
En septiembre de 1918 se inauguraba en la localidad vizcaína de Oñate el I Congreso de Estudios Vascos , a propuesta de la Eusko-Ikaskuntxa, sociedad creada para cubrir la inexistencia de una universidad vasca. Se proponía crear la Sociedad de Estudios Vascos, con el objeto de difundir y velar en adelante por las distintas ramas de la cultura vasca. En la inauguración del Congreso de Oñate se dieron cita Unamuno, Azorín, Echevarria y otros personajes de la intelectualidad española, avalando esta anhelada apuesta por la cultura vasca con la presencia del rey Alfonso XIII. La A.A.V era invitada a la apertura del Congreso, abriendo una pequeña exposición en su antiguo claustro.
En febrero de 1919, fallecía a los treinta años en plena actividad el escultor catalán Julio Antonio, lo que provocaría una fuerte conmoción en el ámbito del arte moderno español. Bohemio en extremo, nunca se consideró un artista de moda, pero estuvo rodeado de un grupo de artistas e intelectuales que siempre le consideraron un brillante escultor y de algún modo le apoyaron económicamente. En sus últimos días, postrado en el lecho de un sanatorio madrileño, Echevarria se mantuvo a su lado, dibujándole un expresivo carboncillo, el cual era colgado en la inminente Exposición Internacional de Pintura y Escultura de Bilbao (1919) e incluso un fragmento del mismo se convertía en la portada de la revista España .
Entretanto , el dinamismo industrial y el progreso económico de la ciudad del Nervión, fruto de los beneficios obtenidos debido a la neutralidad del gobierno español en la I Guerra Mundial, convertía a la capital vizcaína en un centro social distinguido, frecuentado cada vez más por el rey Alfonso XIII , quien afianzaba su relación con las familias de la alta burguesía y nobleza vasca.
“El Rey penetra en las casas bilbaínas, abre salones, comedores y jardines, que sin él estarían cerrados. – escribía R. Sánchez Mazas – Come en tres clubs; baila con señoras que apenas bailaron desde sus bodas; toma el té con la gente joven; asiste a comedias de aficionados; compra en las tiendas; ofrece pitillos en el tiro de pichón; gobierna balandros; y obliga durante días a que la trama de burguesía más fuerte y activa de España haga un esfuerzo de adaptación”.
Ciertamente, los horizontes culturales del País Vasco se vieron favorecidos por el enriquecimiento de la burguesía vasca, pero, sobre todo, por la generosa labor tenaz y continuada de la Asociación de Artistas Vascos. A pesar de que la capital bilbaína solo había mantenido una larga tradición musical, la nueva Asociación, con sus reiteradas exposiciones y certámenes de signo vanguardista, consiguió despertar poco a poco el interés artístico en la población bilbaína hacia las modernas corrientes europeas. De ahí que en la prensa se comentase con cierto asombro el movimiento inusitado de los artistas vascos “ No pasa ni un día sin cuadro, ni semana sin exposición, ni un mes sin polémica y banquete por causa de museos y artistas, ni un año sin revelación de tres o cuatro pintores.”
El paulatino reconocimiento de la moderna pintura vasca impulsó que la emergente sociedad bilbaína y los artistas vascos se pusieran de acuerdo en un ambicioso proyecto expositivo de calado internacional: La Primera Exposición Internacional de Pintura y Escultura. En 1919 la Diputación de Vizcaya apostaría por sacar adelante en la villa bilbaína una magna exposición, la cual se llevó a cabo con un inusitado esfuerzo . La Comisión organizadora estaba presidida por Ramón de la Sota y por un Jurado elegido entre distintas personalidades del ámbito artístico español: José Moreno Villa, Santiago Rusiñol, Ignacio Zuloaga, Luís Bagaría, Manuel Bartolomé Cossío, Ricardo Gortázar y Nemesio Sobrevila .
Desde el momento de la convocatoria, se acordó que la Exposición Internacional tuviese un carácter bienal, además de que las obras “premiadas” no obtuvieran ningún tipo de medalla, ni diploma, como era costumbre en las Exposiciones Nacionales madrileñas, sino que se concediera una cantidad determinada de dinero a cada artista ( no inferior a cuarenta mil pesetas). En realidad, se trataba de adquirir una selección de las mejores obras de arte moderno, a fin de enriquecer de la pequeña colección del Museo Bellas Artes de Bilbao.
Sin embargo, ante la asistencia masiva de artistas , no le quedó más remedio al Jurado seleccionador que hacer una criba completamente demoledora, desechando toda aquella obra que no se hallase en sintonía con una línea estética moderna. En medio del caótico maremagnum de obras recibidas, el escritor Joaquín Zuazagoitia se hacía eco del riguroso examen con que una mayoría eran tratadas por este inclemente Jurado: “estaban sentados en semicírculo; un empleado iba haciendo desfilar las obras. Casi indefectiblemente la sentencia es fatal. Los pobres cuadros, al verse ante aquellos señores inexorables, parecían temblar azorados, medrosos, como párvulos en examen”. Para hacernos una idea del criterio selectivo del jurado, de entre 400 obras sólo se elegían 17 como válidas. En todo caso, era tan desbordante la cantidad de obras llegadas a la recepción de la exposición, que el plazo de admisión tuvo que prolongarse hasta el 30 de junio en el Museo arqueológico madrileño.
No en vano, se dieron numerosas protestas de no pocos aspirantes a lograr un hueco en esta muestra, quienes al quedar relegados de su participación pretendieron que se les diera una alternativa posible en otra sala de exposiciones, algo que pronto fue denegado por la Diputación Vizcaína. Desde luego, entre los mismos vocales del Jurado tampoco se consiguió un consenso completo, pues había sensibles diferencias o desacuerdos a la hora de invitar a ciertos reconocidos pintores del momento tal que J. Romero de Torres, E. Hermoso, J. Rodríguez Acosta o A. Beruete. En opinión de algunos de sus miembros, como por ejemplo G.Ibarra o R.Aras –Jauregui, la presencia de estos pintores estaba poco a tono con la propuesta renovadora que se intentaba proyectar, siempre dentro de una línea aperturista hacia las nuevas tendencias que significaban vanguardia.
Sin duda, el espacio mas atractivo de la exposición por su carácter novedoso era el abanico de artistas extranjeros, en alguna medida referentes del arte moderno y contemporáneo mundial. En el papel de mediador se le propuso al crítico R. Gutierrez Abascal, quien mantuvo contacto con los marchantes parisinos más reconocidos del momento, Bernheim, Durand- Ruel, P. Rosenberg, Druet , a fin de reunir la obra de los creadores extranjeros y organizar su posterior transporte. De manera que el crítico vasco escogía una amplia visión pictórica que recorría desde el surgimiento del arte moderno, con autores impresionistas Renoir, Cassat, Monet, Forain, Dethomas, Pisarro, junto a los denominados neoimpresionistas o puntillistas Seurat, Cross, Signac, Van Rysselberg, así como a los maestros postimpresionistas, Gauguin, Cezanne, Van Gogh, Redon. El propio escultor Paco Durrio aportaría varias obras de su colección particular, dos oleos de Van Gogh y un significativo conjunto de 19 piezas de Gauguin, trabajadas con distintas técnicas entre óleo, acuarela, dibujo o grabado en madera. Pero además, entre aquellos artistas casi todos de procedencia francesa y belga , cuyas aportaciones estéticas fueron decisivas en los anales del arte contemporáneo, se encontraban, los creadores nabis, Denis, Serusier, Vuillard, Bonnard, y algunos de los pintores fauves y expresionistas Matisse, Van Dogen, Marquet, Manguin, Friesz, Lothe. En definitiva, una extraordinaria representación de artistas que ocuparon tres salas de la muestra .
Con cierta sensación de apresuramiento, el 30 de agosto de 1919 se inauguraba la Primera Exposición Internacional de Pintura y Escultura en el edificio de las Escuelas de Berastegui ( actual Palacio de Justicia ), situado frente a los jardines de Albia. El acto fue presidido por el rey Alfonso XIII, vestido de capitán general de la Armada, al lado del Presidente de la Diputación de Vizcaya, Luís Echevarria, y de Gregorio Ibarra, saludando a numerosas personalidades de la villa en medio de un gentío que se agolpaba en los alrededores. A lo largo del amplio recinto que contaba con doce salas españolas y tres extranjeras , el monarca fue acompañado y asesorado por el pintor catalán Santiago Rusiñol y por el dibujante Luís Bagaría.
Solo a unos pocos artistas españoles se les concedió una sala propia: Juan de Echevarria, Hermen Anglada Camarasa, Darío de Regoyos y al recién fallecido escultor Julio Antonio, y de manera excepcional Zuloaga dispuso de tres salas . El resto de expositores españoles colgaron su obra en otras cinco salas. Como era lógico se dio una nutrida representación de artistas vascos, una mayoría de ellos conocidos en el ámbito nacional, Iturrino, Arteta, los hermanos Zubiaurre, A. Arrúe, Tellaeche, Guezala , Maeztu, Cabanas Oteiza , Guinea, Losada, Larroque, Barrueta, Uranga, Rochelt, Quintín de la Torre.
Por otro lado, el conocido caricaturista Luís Bagaría, siempre cercano a la Asociación Vasca, fue designado como coordinador principal de los creadores catalanes , convocando a los mas conocidos del momento, Nonell ,Mir, Rusiñol, Nogués, Sunyer , Canals, Casas, Carles, Llimona, Feliu, Pichot, Pidelasierra , Gargallo, Casanova , etc. De igual modo, fueron invitados un conjunto de sobresalientes artistas españoles entre los que destacaban autores como Picasso, Vázquez Díaz, Solana, García Maroto, Pérez Rubio o Sindlerova etc . En consecuencia, la exposición llegó a reunir la nada despreciable cantidad de 800 obras y estuvo a la altura de las dos exhibiciones celebradas con anterioridad en Barcelona, una de Arte Internacional (1907) y la otra de Arte Francés (1915).
A través de la extensa muestra se ponía de manifiesto la madurez y la extraordinaria calidad de los maestros del arte moderno europeo y de aquella siguiente generación de creadores , que conformarían la primera vanguardia del arte contemporáneo mundial. Dentro del panorama artístico español, en palabras del crítico R.Gutiérrez Abascal, suponía una apuesta de gran calidad artística y un significativo paso en favor de los artistas vanguardistas españoles, ya que sucedía lo contrario que en las Exposiciones oficiales de Bellas Artes Nacionales . Mientras que los creadores renovadores habían sido admitidos, recibiendo la protección oficial, los que protestaban al ser rechazados, pertenecían en su mayoría a una línea pictórica de signo académico.
Asimismo, la crítica de arte Margarita Nelken, después de alabar la organización de dicha exposición y calificarla de la mejor que había acontecido en España, hacía hincapié en la beneficiosa influencia que pintores de la categoria de Echevarria , Sunyer, Solana, Carles podían tener sobre las nuevas generaciones de artistas españoles.
A pesar de todo, se hablaría de una “improvisación feliz” debido a la premura con que se había organizado el certamen. El corto espacio de tiempo previsto había obligado al propio Echevarria a mandar su obra en dos tandas, pues no conseguía terminar algunos de sus oleos, quedando abocetados varios de los cuadros. Por tanto, una vez iniciada la exposición, enviaba tres lienzos, el retrato de “Pío Baroja sentado”, el de su hermano “Enrique”, y el de “Valle-Inclán de perfil”, aconsejando que situaran este último retrato entre el de su hermano y el de la “Granadina de perfil”.
Al cabo de varias semanas, el día 19 de septiembre el pintor acompañado de su mujer viajó a Bilbao. Entre los veinte lienzos colgados en su sala, casi la mitad eran retratos de sus amigos noventaiochistas, junto a algunos mendigos y aldeanos de reciente ejecución durante su estancia en Avila. Al parecer, sus últimos retratos, trazados en las tierras abulenses, atrajeron el mayor interés del público asistente. En este sentido, R. Gutierrez Abascal , refiriéndose a su cuadro de “El Paria castellano” o al busto del “Serrano de Avila ” descubría cierta afinidad en sus semblantes con la fuerza sicológica de algunos literatos rusos ( Tolstoy, Dostoievsky, un Andreiev) “ no sabemos porque recordamos siempre la pintura de Echevarria. ¿Qué virtud particular hay en ella que nos haga asociar espontáneamente con las imágenes de esos grandes novelistas? Tal vez alguna relación de semejanza en la sensibilidad estética. Echevarria, como lo rusos, tiene acentuadísima propensión a construir caracteres de hombre algo desquiciados .Necesita para pintar con interés y emoción modelos de alma compleja y algo sacada de quicio por la vida o por la propia naturaleza”.
En tono jocoso el propio modelo, Ramón Valle-Inclán, aludía a la notable diferencia entre su retrato y el de Baroja, pues a pesar de que ambos estuvieran sentados de perfil leyendo un libro, “hay una diferencia esencial entre el retrato de Baroja y el mío. Los dos estamos sentados y , sin embargo, yo parezco que estoy de pie, y Baroja parece que está tumbado”. Tampoco pasaría desapercibido el magnífico óleo del pintor “Francisco Iturrino”, en donde se hacía palpable su declinar físico, envuelto en una vibración de azules trasparentes con una mirada cargada de profunda melancolía . Entre los retratos tambien sobresalían el busto ensimismado de su primo, “Vicente Bayo Zuricalday” y los de los hijos de sus amigos, Luís Araquistaín “Finki Araquistaín” y de Enrique Díez-Canedo, “Mª Teresa Díez-Canedo” , ambos tratados con mayor luminosidad en el colorido.
La importancia del certamen artístico a nivel nacional propició que la revista cultural bilbaína“Hermes” dedicase dos números monográficos a la exposición ( nº 46 – 47), en donde fueron reproducidos dos cuadros de Echevarria, el retrato de su amigo el poeta “Luís García Bilbao” y un “Florero” . La encomiable dedicación de esta revista a la difusión del arte moderno español y europeo, y la frecuente colaboración de los intelectuales de mayor categoría en el panorama cultural español, contribuyeron a que se considerase una de las publicaciones de mayor relevancia en el ámbito cultural nacional.
En concreto, el poeta y crítico de arte, José Moreno Villa, uno de los colaboradores habituales de Hermes , definía a Echevarria como un artista culto y atento a todo lo novedoso en materia artística , siempre envuelto en vigor, finura o consistencia , pero además le consideraba uno de los artistas más interesantes de la muestra, dotado de una cultura poco usual al haber logrado fundir con sabiduría los rasgos españoles y franceses, concluyendo su artículo con un “El mañana es de Echevarría”. Pocos meses más tarde, Moreno Villa, con motivo de la publicación del libro “La Pintura Vasca”, volvía de nuevo a escribir sobre la obra de Echevarría, ensalzando su sensibilidad moderna y detallando su sólida aportación dentro del género del retrato.
Una vez concluida la Exposición internacional, el Jurado deliberador, con excepción de su Presidente, Ramón de la Sota, Zuloaga y Losada, llevó a cabo una votación para la adquisición de las obras, agrupando al conjunto de artistas en dos secciones únicas: la vasca, y por otro lado la nacional y extranjera. Dentro de la pintura vasca, Echevarría fue el más votado por todos los miembros del Jurado, escogiéndose para el Museo dos cuadros suyos, “El Paria castellano” y “Serrano de Avila”, además de cuatro aguafuertes de Iturrino .
Por otro lado, en la sección nacional e internacional, Gauguin destacó como el artista mejor valorado casi por unanimidad, seleccionándose el óleo de “Las lavanderas de Arles”, único cuadro del maestro francés conservado en un museo español. A pesar del limitado presupuesto con el que contaba la organización fueron adquiridos además oleos tan significativos de otros autores españoles como “Mujeres de la vida” de Gutiérrez Solana, “Desnudo bajo la parra” de Anglada Camarasa, “Cabeza de mujer” de Borres Nicolau, “El jarro azul” de Carles, “Cena de despedida” de Cottet, “Pura la gitana” de Nonell, “Venus mediterránea” de Julio Antonio, “Retrato” de Canals, “Mujer y niño” de Cassat y cuatro aguafuertes de Nogués, así como diversos óleos de creadores extranjeros tan conocidas como Serusier, Signac o Van Ryselberg etc . Un valioso conjunto de obras de arte moderno que pasó a formar parte de la futura colección del Museo de arte bilbaíno.