9.2 CON UNAMUNO EN HENDAYA

9.5 Echevarria y Unamuno en Hendaya 1929

Echevarria y Unamuno en Hendaya 1930

En el año 1929 , Juan decidió asentarse durante varios meses en la finca de Oyarzun de su cuñado Picavea con el propósito de volver a retratar  a su amigo , Miguel de Unamuno,  quien permanecía exiliado desde hacía cuatro años en la localidad fronteriza de Hendaya.  El escritor bilbaíno, después de  su destierro el 29 de marzo de 1924 en la isla de Fuerteventu­ra, tras su paso por París,   terminaba albergándose en el hotel Broca de este pueblecito vasco-francés.

Desde su llegada en 1925,  Unamuno se había sentido más satisfecho, al poder divisar  a diario un pedazo de tierra española, al otro lado del río Bida­soa. En su rutina cotidiana, solía dar paseos con otros colegas españoles contemplando con nostalgia la vista panorámica de los montes de Irún o bien transcurría las horas leyendo tumbado en la cama en el pequeño cuarto de su hotel .  Algunos  conocidos suyos se acercaban a saludarle, acompañándole en su soledad durante el último tramo de su exilio.

Unos años antes, en 1927, el matrimonio Echevarria ya había pasado una larga  temporada  a su lado en Hendaya.  En aquellos días, el pintor se dedicó a tomar apuntes,  abordando un estudio más exhaustivo de la enérgica fisonomía del literato. En más de una treintena de dibujos, trazados desde distintos puntos de vista, dejaba perfilado el expresivo  semblante de Unamuno.

Desde la serena inteligencia del filósofo hasta la acida caricatura del literato enfurruñado. En todo caso, a partir de algunos de estos magníficos dibujos  manchados con una leve nota de color , emprendía una serie  de  retratos al óleo tomados de medio cuerpo  .  A su regreso de esta primera estancia en Hendaya , Echevarria  manifestaba su nueva visión acerca del literato, que poco tenía que ver con aquellos primeros oleos realizados en  Bilbao:

“Desde que he vuelto a Madrid, a mi regreso de Henda­ya, he encon­trado que éste no era aquél. Debo hacer otro retrato que responda más a la idea que ahora tengo pre­sente de este escri­tor “.

Unamuno sentado- ca.1928                                    Museo de Bellas Artes de Salamanca

En su nueva efigie se quedaba perfilada de forma más acentuada su fuerte personalidad , acorde con su prominente nariz de pájaro aguileño y su intensa mirada, capaz de escudriñar los problemas de la humana existencia y de sobrevolar el panorama de la realidad política española.

Años más tarde, cuando Juan regresaba de nuevo a Hendaya  en 1929,   quiso retratarle de cuerpo entero, abordando   a su amigo Unamuno como el pensador, de naturaleza bastante ególatra, brillante inteligencia. Con la intención de plasmar esa tensión espiritual que se traslucía  a través de sus escritos.

Su sobri­na, Carmen Picavea Echevarria, recordaba como el artista casi todas las maña­nas solía  tomar en San Sebastián un tren, apoda­do “El topo”, que le dejaba en Hendaya, y al atardecer volvía a su casa a la hora de merendar. Durante al menos cinco meses, se dedicó de lleno a pintar dos lienzos de Unamuno de consi­derable tamaño, en los que  el escritor posaba de pie con su típica indumentaria oscura a la que le gustaba denominar su uniforme civil. Casi como si se tratara de un pastor anglicano, con su  extrema sobriedad en el vestir , se colocaba a diario una tirilla blanca en el cuello sobre un chaleco oscuro de botonadura cerrado junto a un pantalón oscuro. Era la imagen más emotiva de Unamuno , portador de una enérgica y contun­dente mirada, con una dosis de locura genial en el gesto. Una fisonomía en sintonía con el personaje luchador, tenaz, rebelándose con un cuartilla blanca en sus manos ante la situación política del momento a través de sus escritos.

Dibujo de Unamuno ca. 1927

En una carta dirigida a su mujer en diciembre de 1929,  el propio Unamuno  se refería a Echevarria que continuaba trabajando en  los dos grandes retratos, pero ya sin la presencia  del escritor posando como modelo. De su eventual estudio de pintura en Hendaya se ha conservado una fotografía del pintor de pie, con sus gafas de estilo quevedo, al lado de su enorme retrato de Unamuno, mientras el escritor posaba sentado con las piernas cruzadas en actitud de modelo “peni­tente”.

El oleo acabado de “Unamuno con cuartilla en la mano” desprendía una fuerza extraordinaria,  del cual el historiador y director del Museo de Arte Moderno, Enrique Lafuente Ferrari, manifestaría:

“ Es  el retrato de Don Miguel, en pie , espectral, con su rostro gastado por la edad  y el tenso anhelo de España , contemplaba en suspiro desde España , en sus años de exilio. Unamuno no es en esta pintura, última acabada del pintor , el profesor helenista, ni el escritor paradójico , ni el  profundo lírico existencial , sino el profeta de la angustia de Dios que alcanzó en el cuadro de Echevarría  fechado en 1930, una de las más impresionante efigies, acaso aquella que merezca con mayor derecho quedar para la posterioridad, como el verdadero auténtico simulacro del indagador hispánico del sentimiento trágico de la vida “.

Entre todos aquellos artistas que habían acudido a retratar al filósofo vasco, el pintor A.Axari-Beltx  rememoraba la actitud sumamente paciente de Echevarria, mientras el escritor no paraba de sacar de su bolsillo numerosas hojas con una serie de versos alusorios a la situación política española, que dejaban en el oyente una sensación de fuerte amargor  . Otro de los pintores allegados en la locali­dad de Hendaya,  M. Flores Kaperotxipi, descri­bía el singular y anárquico comporta­miento de Unamuno como modelo manifestando que “D. Miguel posando, era un modelo enérgi­co. De sus bolsillos hinchados sacaba cuarti­llas, que las leía, las comentaba y las aplaudía. Eran versos suyos de punta y dos filos, contra las autoridades políticas del momento. Aquellos sopapos poéticos nos impresio­naron fuerte­mente”.

9.6 Folleto Dos discursos y dos articulos

Folleto Dos discursos y dos artículos 1930

Sin duda, el detalle de la cuartilla  Echevarria quiso inmortalizarlo,  en alusión a sus airados escritos contra la política del gobierno español. Pero además, quiso dejar esbozado sobre la mesa un objeto simbó­lico, la estampa de la imagen del Cristo de Velázquez, motivo de inspiración del literato vasco en uno de sus mejores poemas dentro su Cancionero. Así pues, en la corres­pondencia de Unamuno con su amigo Leopol­do Gutiérrez Abascal( “Cartas íntimas”)  se ponía en evidencia sus inquie­tudes y dudas religiosas latentes a lo largo de toda su vida. En más de una ocasión, Echevarria y Unamuno habían conversado acerca del libro “His­toria de un alma” escri­to por Santa Teresita de Lisieux, donde se recogía su experien­cia religiosa a través de la infancia espiritual. Sus largas horas de conversación con el tiempo afianzaron una amistad por la que  Unamuno llegaría a recono­cerle como su “leal ami­go”.

Precisamente, el óleo de Unamuno con cuartilla en la mano fue escogido como portada de  su folleto  titulado “Dos discur­sos y dos artí­cu­los” (1930) , editado poco antes de instaurarse  la Segunda República. En esta publicación  quedaron recogidos dos de sus artículos clandestinos escritos en el exilio junto a las dos significativas confe­ren­cias que pronunció tras su regreso a la capital madrileña en el Ateneo y en el Cinema Europa.

Durante esta misma época  se acercaron  unos cuantos artistas a Hendaya para retratarle: A.Martiarena, B.Bienabe Artia, M.Flores Kaperotxipi, G.Caprotti . Entre todos, el joven escultor ,Victorio Macho , a pesar de que al principio le puso una serie de inconvenientes, alegándole que en esos momentos Echevarría le estaba pintando el segundo retrato desde hacía tres meses. Al final, Unamuno accedería, empleando solo doce sesiones en su conocido busto trabajado en un mes , al que Unamuno  añadía una cruz de barro colocada en el pecho.

En su vida rutinaria en Hendaya, además de  posar para sus amigos artistas, el filósofo vasco pronto consiguió reunir en torno suyo una tertu­lia en el “Grand café “ de la Plaza de la Repúbli­ca. En este modesto café, decorado con carteles relativos a ciertas fiestas españolas como las corridas de toros de San Sebastián o las fiestas euskaras de Fuenterrabia, solía leer el periódico o se animaba a jugar la clásica partida de mus con sus paisanos vascos. De ahí que un corresponsal español de la revista “Estampa”,  después de entrevistar a Unamuno comentase  que la partida la formaban “ esta tarde además de D. Miguel, el pintor Juan de Echevarria – que está pasando una temporada en San Sebastián, y viene todos los días a ver a Unamuno – y dos comerciantes españoles, dos simpáticos tipos guipuzcoa­nos”.

Concretamente, además de los dos retratos de cuerpo entero , similares en la composición, uno de ellos con fondo inacabado y mayor intensidad en el colorido . En el País vasco-francés, aprovecharía sus idas y venidas también para pintar la suave vegetación   del paisaje  rural de “Guetary”, representando sus caseríos , los campos de maizales y sus numerosas huertas bajo un  luminoso cromatismo.

Durante el tiempo que permaneció en el exilio, Echevarría  se preocupó de que algunas de sus piezas teatrales llegasen a los escenarios españoles. Precisamente,  en 1928  la obra de teatro  “Tulio Montal­bán y Julio Macedo”   se leyó en primicia en su casa madri­leña  por el director  de teatro  Cipriano Rivas Cherif  durante una velada organizada por su mujer, Enri­que­ta, ante un audi­torio de íntimos amigos.

En más de una ocasión,  Juan mantuvo  contacto con varios de los más conocidos directores teatrales del momento a fin de  poder estrenar sus últimas obras, como”El Otro” (1926) y “El hermano Juan” (1929), un cometido que estuvo rodeado de numerosos inconvenientes debido a la censura gubernamental. Así pues, en el año 1927  se enteró de que  “El Otro, misterio en tres jornadas y un epilogo” no había podido representarse en el Teatro Calderón de Madrid porque  estaba en manos del Duque del Infantado. Al año siguiente, de nuevo se suspendió la misma obra cuando se quiso representar  en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián con

9.7-paisaje-de-Guetary

Guetary ca.1928

la compañía Ladrón de Guevara-Rivelles   ( 27 de febrero 1928) .  Una situación que  enfadó mucho a Unamuno, manifestando que  mientras continuase la censura ejercida por esos “bárbaros ,….. Es un bochorno peor que la violencia. Hace poco impidieron que se estrenara en San Sebastián mi drama “El Otro”. No reconozco régimen más degradante”.

El último día de su destierro ( 9 de febrero de 1930 ),  Echevarria compartió  una comida multitudinaria de despedida a Unamuno que tuvo lugar  en Hendaya. Tras cuatro años de estancia en este pueblecito  vasco-francés, el filosofo les dedicó un emo­cionado discurso: “No he de olvi­dar nunca mis largos paseos a ori­llas de este Bidasoa que une Francia y España. No olvidaré nunca mi tertu­lia del “Gran Café”. Me despido de esta noble Francia para volver a España en mi segundo naci­miento”.

A su llegada a Irún, en su primer contacto con tierra española, Unamuno acompañado del diputado socialista Indalecio Prieto, pronunció un largo discurso acerca de su experiencia en suelo ex­tranjero: Fuerte­ven­tura, París y Henda­ya, agradeciendo a todos el buen trato recibido. Al día siguien­te, viajaba a San Sebastián y, tras diversas inter­ven­cio­nes ante el público de la costa donostiarra, seguidamente era acogido en Bilbao con un caluroso recibi­miento recogido en el titular  de un periódico “La democra­cia vascon­gada acoge con delirante entu­siasmo a D. Miguel de Unamu­no”. Después de brindarle un especial banquete en la Sociedad de signo libe­ral, “El Sitio”, a continuación fue homenajeado en el Casino Republi­cano.

Una vez transcurridos tres meses en tierra española, el filósofo vasco fue acogido en Madrid con otra  clamorosa masiva bienvenida por parte de la población madrileña. Durante su estancia en la capital pronunció dos confe­ren­cias. En  la primera organizada por el Ateneo madrileño estuvo rodeado de la intelectua­lidad más relevante del país,  dejando constancia de los numerosos avatares sufridos durante su larga estancia en el exilio. Mientras que en su segunda conferencia ofrecida en el amplio local del Cinema Europa, disertaría acerca de la conveniencia de la República frente al vigen­te régimen monárquico, provocándose  una serie de inci­dentes por parte de algunos  jóvenes pro-monárquicos. El advenimiento de la Repú­blica parecía inminente en opinión de los más reputados círculos intelectuales del país. A esta época pertenecía su busto de “Unamuno con sombrero” fecha­do en 1930.

Por otro lado, Echevarria también se animó a dar su particular bienveni­da en su casa con una fiesta privada, y entre los asisten­tes al feste­jo asistieron algunos allegados que , en poco tiempo, llegaron a ocupar pues­tos decisivos en la Segunda Repúbli­ca Española, Araquistaín, Prieto, Negrín etc. Testigo presencial del acontecimiento, el entonces joven­cí­simo Julio Caro Baroja, acompañado de su madre, Carmen Baroja, recordaba entre los concurrentes la presencia del Doctor Ne­grín.

A pesar de no estar explí­cita­mente metido en políti­ca, y teniendo amigos en tendencias ideológi­cas diferentes,

9.8 Cipriano Rivas Cherif

Cipriano Rivas Cherif

Echevarria seguía de cerca el curso del acontecer político nacional y contemplaba el advenimiento de la República como la posible solución a los acuciantes proble­mas de España. Afor­tu­nada­mente, no llegaría a  vivir el desenlace fatal de esta breve Repú­bli­ca en una cruen­ta guerra civil. En Madrid, Unamuno asistía al ensayo de su obra “Sombras de sueño”,  dirigida por C. Rivas Cherif, una vez que fue clausu­rada la censura guber­namen­tal.