1.3 EN EL ESTUDIO DE MANUEL LOSADA
A partir del otoño de 1902, mientras continuaba al frente de la empresa metalúrgica paterna , Juan pasaba su tiempo de ocio en el abuhardillado estudio de pintura del pintor Manuel Losada situado en la céntrica calle de Arbieto, detrás del edificio de la Diputación de Vizcaya.
Losada había transcurrido tres o cuatro años a finales de siglo XIX en Paris junto a Ignacio Zuloaga, Francisco Iturrino, Dario de Regoyos y algunos otros conocidos pintores catalanes, asistiendo al famoso estudio del pintor Eugene Carriere. A su regreso , trataría de conjugar ciertos rasgos de la visión postimpresionista europea, con la recia apuesta pictórica de algunos clásicos artistas españoles .
A lo largo de los años, su estudio de pintura se convirtió en un lugar de encuentro común para los afamados artistas modernos españoles del momento. Zuloaga, Regoyos, Uranga, Canals, Rusiñol, Utrillo, Marquina y otros más acostumbraban a visitarle a su paso por la capital bilbaína. Personaje culto, fue nombrado director del Museo de Bellas Artes de Bilbao (1913), cargo que ejerció hasta su fallecimiento.
En este taller abarrotado de lienzos dispuestos por el suelo, con los variopintos pinceles en desorden sobre las mesas, el piano, los dibujos colgados , Juan iniciaba sus primeros pasos pictóricos con una escasa influencia del moderno acontecer artístico iniciado en París . Entre sus primerizos cuadros, retrataba en un busto de perfil a su compañero de estudio, el farmacéutico Ramiro Pinedo, íntimo amigo de Miguel de Unamuno y de Leopoldo Gutiérrez Abascal , en cuya rebotica de su farmacia situada en plena Gran Vía bilbaína (nº 14) se reunía la intelectualidad bilbaína de la época en la tertulia de “El Senado”.
Durante este corto periodo de trabajo pictórico en el taller de Losada de apenas un año, Echevarria realizó numerosos apuntes al natural, dibujando mucho, ejecutando retratos de algunos personajes marginados de la vida bilbaína . Bocetos preparatorios antes de emprender sus posteriores óleos, que le sirvieron de indudable experiencia en su primer enfrentamiento al campo retratístico. Al estudio de Losada también acudían a posar jóvenes gitanas o algunas señoras de aspecto agitanado, tales como La Rocío, La Salud y la Señá María, hacia las cuales se sintió atraído por su fuerza emocional. Personaje llamativo era”El torero Colás”, cuyo retrato trabajó con ahínco , un tipo un tanto contrahecho, giboso, de aspecto tristón, vestido con el clásico traje de luces y capa, lo que concedía a su figura un singular aire tragicómico.
Con motivo de la Tercera Exposición de Arte Moderno celebrada en el local de las Escuelas de Berastegui de Bilbao durante el verano de 1903 , Juan exhibía por primera vez ante el público varios retratos del torero Colás y de una familia pobre bilbaína . Por esos dias, le conoció al escultor Paco Durrio, residente en París, quien traía consigo de la capital francesa la revolucionaria obra de su amigo Paúl Gauguin. Con la desafortunada coincidencia de que en esa misma fecha se producía el fallecimiento de Gauguin en las islas Marquesas.
En los anales del siglo veinte , Juan se desenvolvía con los jóvenes y no tan jóvenes artistas vascos de signo moderno, aquellos promotores de las nuevas corrientes de la pintura vasca tras sus diversas estancias en las capitales artísticas europeas , París o Bruselas. Casi todos ellos, A.Guinea , A.Guiard, F.Iturrino, D.Regoyos, M.Losada, I.Zuloaga acostumbraban a colgar su moderna obra en el entonces centro de la vida artística bilbaína, el “Kurding Club” . En el entresuelo de la misma casa, Echevarria también mantuvo un cordial trato con los miembros del club musical apodado “El Cuartito”, J.C.Gortázar, Alaña y Arisqueta, Pueyo, Igartua, Lezama Leguizamón, entre otros , quienes habían alquilado una habitación , con el fin de disfrutar particularmente de veladas musicales.
No obstante, después de transcurrir poco más de un año como discípulo de Manuel Losada, sintió verdadera necesidad de encaminarse a París. En diciembre de 1903, decidió que había llegado el momento de conocer de cerca las últimas aportaciones artísticas que acontecían fuera de nuestro país, deseando experimentar la moderna renovación del arte mundial. Por fortuna, la herencia económica de su madre se convertía en el asidero de su independencia. Su decisión de irse al extranjero era inquebrantable, por lo que no dejó de aprovechar un viaje de su padre a Madrid para enviarle una carta con su determinación de trasladarse a vivir a París:
“Un buen día, hallándose mi padre en Madrid, me decidí y le envié una carta participándole de la resolución de dedicarme a la pintura y marcharme con este fin a París. Nadie en mi casa, dada la severidad de mi padre y las circunstancias de ser yo el único hijo ingeniero y llevar cerca de cinco años en el negocio, nadie creyó, digo, que yo fuera capaz de decidirme a hacer eso. Mi padre se llevó un disgusto enorme, pero no se opuso a mi determinación y pocos días después me fui a París”.