1.2 EL JOVEN INGENIERO VUELVE A BILBAO
A principios de los años noventa, su padre decidió trasladarse a vivir al otro lado de la ría del Nervión , en la moderna zona del Ensanche bilbaíno. Bilbao se iba abriendo al nuevo siglo con las grandes edificaciones que los empresarios y los adinerados comerciantes vascos fueron construyendo a ambos lados de la Gran Via bilbaína. En el nº 34 de la calle Hurtado de Amézaga, cerca de la Plaza de Don Diego López de Haro, nacieron sus dos hermanos menores, José, fallecido en apenas dos años, y el más pequeño, José Luís (1895), quien supo sobrellevar desde su niñez con buen ánimo una delicada salud hasta su prematuro fallecimiento en 1919.
Despues de completar su carrera de ingeniero, haciendo prácticas dos años consecutivos en distintas empresas siderometalúrgicas de Bélgica y Francia, el joven ingeniero de 25 años regresaba a su ciudad natal . En un principio, comenzaba a trabajar junto a su padre en la recién fundada empresa metalúrgica familiar , “Sociedad Federico de Echevarría e hijos, S. en C.” (1901) , asumiendo el cargo de secretario general de la misma . Durante este emergente periodo de vertiginoso auge industrial, su padre, de temperamento intuitivo, dotado de fuerte carácter y con un considerable coraje, se propuso ampliar progresivamente su primitiva fábrica a través de la adquisición de otras dos nuevas factorías, Santa Ana y Santa Águeda, situadas ambas una frente a la otra junto al río Cadagua en la localidad de Castrejana (Barakaldo). En apenas un año, Juan recibía el costoso cometido de dirigir estas dos nuevas factorías . Pero además, tomaba parte en la creación de la Sociedad metalúrgica más importante de España, “Altos Hornos de Vizcaya”, (29 de abril de 1902), nacida de la fusión de las tres fábricas punteras del sector metalúrgico vasco, como secretario de una de ellas, La Iberia.
En medio de este ajetreo profesional , Juan , con un aire bastante sibarita, era nombrado vocal del club social “La Sociedad Bilbaína”, alternando en sociedad con la élite empresarial vasca. Sin embargo, este fluido ambiente que propiciaba unas crecientes relaciones sociales y laborales no conseguía llenar la insatisfacción que sentía en su cotidiana existencia. En una carta se hacía eco del vacío espiritual que acarreaba a diario ante este tipo de vida social:
“Una vez obtenido el título de ingeniero, marché a Bilbao, donde ya dejé de pensar en la pintura, bajo el peso de una vida que me abrumaba y me disgustaba profundamente, acudiendo a la juerga para tratar de llenar el vacío espiritual que en mí sentía. Recuerdo que en cierta ocasión mis amigos organizaron una función teatral benéfica en la que trabajaron todos menos yo, que sentía un miedo pánico al ridículo. Una tarde fuimos a pintar una de las decoraciones que eran necesarias para esa función, se trataba de la del último cuadro de “el Duo de la Africana”, que representa una sala de teatro con gente, no hubo uno de mis amigos que no diera una mano a la obra. Yo fui el único que no se atrevió a coger un pincel, limitándome a mirar como los demás embadurnaban. Le digo a Ud. esto, que en sí carece en absoluto de interés, para demostrarle cuál era mi modestia y desconfianza en los propios méritos”.
Sin embargo, en apenas dos años, un drama inesperado , el fallecimiento de manera repentina de su madre, Felipa Zuricalday, en el palco del Teatro de Arriaga mientras escuchaba la opera de Mignon, daba un giro a su vida por completo . Ante este desdichado abril de 1902, la pérdida materna a los 56 años, condujo a una serie concatenada de sucesos familiares. A los dieciocho años su hermana Luz decidía ingresar monja en la Orden de los Ángeles Custodios . Su padre, el ambicioso empresario, perdida por completo la ilusión abandonaría la edificación de su mansión en la plaza Moyua, a pesar de estar puestos los cimientos y Juan sumido en una profunda crisis existencial iniciaba por su cuenta la senda pictórica en el estudio de Manuel Losada, sin abandonar su trabajo profesional.
El amargo fallecimiento de su madre, movió a su padre a asentarse definitivamente al barrio residencial de de Indauchu. En un lugar tranquilo se edificaron tres chalets, diseñados por el arquitecto bilbaíno, E. Epalza, en dos de los cuales residieron sus dos hermanas mayores , María casada con Rafael Picavea y Romana casada con Emiliano Uruñuela. Cada uno de ellos poseía su jardín independiente. Pero el jardín paterno era más extenso , pues se sumaba por detrás una interminable campa común de tamaño semejante a un campo de fútbol, con la peculiaridad de que estaban diseminados numerosos árboles en el entremedio, en donde a menudo sus hermanos jugaban al fútbol con sus amigos. A un lado del terreno, los mayores ponían a prueba su habilidad la pelota vasca en el clásico frontón de recia linea vasca. El chalet estaba situado en la calle Gordóniz nº 17, esquina con la plaza de Bombero Echaniz, conservándose aun parte de su primitiva fachada en el actual “Hotel Indautxu” .
A lo largo de las primeras décadas del siglo veinte, en la casa de Don Federico residieron varios de sus hermanos, Ángeles ,casada con el ingeniero industrial Jesús Barreiro, Enrique casado con Emeteria Echevarria, Eugenio, Ramón y José Luis. Angeles, que poseía un talento enorme para el diseño de moda, había decorado la casa acorde con el gusto de la época mediante telas y muebles al estilo inglés. Por entonces, era habitual que su padre recibiese a distintas personalidades del mundo de la política y economía española, ya que era fundador y presidente del partido liberal vizcaíno, cargo que ejerció a lo largo de numerosos años, invitando en más de una ocasión a su amigo el diputado liberal ,Conde de Romanones, futuro presidente del gobierno español.
Desde sus años de juventud, Juan siempre mantuvo una estrecha sintonía o comunicación con su hermano Enrique, melómano empedernido, asiduo de los conciertos, zarzuelas y funciones de ópera, al único de sus hermanos a quien llegaría a retratar al menos en cuatro ocasiones distintas. En todo caso , no solo compartieron sus aficiones musicales, sino que Juan al comprobar que poseía un natural talento pictórico, le animó a dedicarse de lleno a la pintura y siguiendo sus consejos durante algunos meses fue alumno del pintor Manuel Losada. De esta época, se conservarán alguno de sus paisajes , aunque pronto abandonaría la práctica pictórica, para dedicarse a la investigación científica después de estudiar la carrera de Medicina en la Universidad Central madrileña. A pesar de todo, la vena del arte no se perdió en su familia, pues su única hija , Mª Angeles Echevarria, autodidacta, con un innato talento artístico, trabajó en una obra pictórica plena de creatividad, desplegando un rico universo cromático en su pintura.
Entre sus hermanos menores, Ramón , fallecido a los treinta y seis años, tambien cultivó esa vena de melómano empedernido, desdicándose a descubrir jóvenes con talento musical en los pueblos vascos, tarea que llevaría a cabo durante varios años. Pero además, su admiración hacia la pintura de Juan le animó a aprender a pintar solo para ser capaz de copiar sus cuadros. De ahí que se convirtiera en vida en su mejor copista a través de algunos de las naturalezas muertas que todavía permanecen en manos de la familia Echevarria.
En el caso de Eugenio, conocido en Bilbao con el apodo de Chupito, fue en adelante presidente del Sporting Club bilbaíno. En su juventud, al lado de su hermano José Luís , llegó a montar una empresa llamada “ Echevarria hermanos”, dedicada a la compra-venta de automóviles y accesorios de los mismos, obteniendo la representación de algunas de las mejores marcas de coches americanos, (Pierce Arrow y Stuart) en la capital vizcaína, por lo que su familia poseía una hilera de los coches más modernos del momento. .
Unicamente, su hermano Luis, casado con Matilde Uribe, acompañó a su padre en su actividad industrial dirigiendo la fábrica de aceros especiales “Echevarria S.A.”, algo que compaginó durante un tiempo con el cargo de presidente de la diputación de Bilbao. Una vez terminada la guerra civil, su hijo Arturo Echevarria le sucedió en la presidencia de la fábrica metalúrgica , y en años posteriores se puso al frente de la empresa durante las décadas siguientes , José Luís Echevarria, hijo único de Eugenio, hasta su definitivo cierre en los años ochenta.