10.2 LA ACADEMIA BERRI EN MADRID
En cualquier caso, su labor como crítico de arte no vino a resolver su situación financiera, por lo que a mediados de 1930, se propuso abrir por su cuenta una academia de dibujo y pintura en Madrid. Por entonces, se había enterado de que cierta academia de dibujo inaugurada el año anterior ya contaba con 60 alumnos, mientras que otra de Zaragoza se ponía en marcha con alrededor de 70 alumnos. De manera que tampoco le pareció demasiado costoso sacar adelante una academia, reuniendo al menos 30 alumnos en la capital madrileña.
En más de una ocasión, su padre le había insistido en que si no llegaba a ganar el dinero suficiente con la pintura debía buscarse un trabajo complementario. Pero para sacar adelante el proyecto de la academia durante un periodo de seis meses Echevarria sabía que era necesario contar con la cantidad de 20.000 pesetas, por lo que decidía pedirle un crédito a su padre. Y a pesar de que al principio mantuvieron distintos criterios acerca de la nueva academia, al final accedió a concederle un crédito bancario de 15.000 pts ( 3-5-1930) a través del Anglo South American Bank. Con esta suma era posible cubrir el pago de la renta mensual, los gastos de instalación, así como los 30 bancos caballetes de los alumnos, el salario a los profesores y el de los modelos contratados para tomar apuntes del natural. El local escogido era un piso con estudio situado en la céntrica calle Alcalá nº 65, en la torre de un edificio de reciente construcción llamado “La Equitativa”, frente al edificio central de Correos .
En la academia Berri, los alumnos podían recibir clases de dibujo y pintura. En concreto, se ofrecía un curso especial para el ingreso en la Escuela de Arquitectura en base a los tres tipos de dibujos propios del temario de esta carrera: lavado, ornato y estatua. Desde el principio, pensó en su amigo el pintor Aurelio Arteta como profesor, proponiéndole dar tres horas de clase diarias, con un sueldo de 500 pesetas fijas mensuales. Una inestimable ayuda que podía paliar su precario estado económico, e incluso pensó en un aumento del sueldo si en algún momento se llegasen a superar el número de 30 alumnos en clase. Pero además, le ofrecía la posibilidad de dormir en el mismo piso de la academia, pues contaba con un despacho y un cuarto de baño, en donde era posible habilitar sin problema un diván-cama.
Después de agradecerle su invitación, Arteta, le contestó que a su familia no le convencía la idea de que se trasladase a vivir a Madrid y además estaba a la espera de posibles encargos de pintura. En posteriores conversaciones, Juan intentó convencerle de que no había ninguna incompatibilidad en que pasase una temporada en Madrid y otra en Bilbao, puesto que una vez que la academia se hubiera puesto en marcha, podría contratar una tercera persona de suplente en las sucesivas temporadas que estuviera obligado a estar ausente. A pesar de todo, Arteta no llegó a aceptar el trabajo, por lo que terminó contratando como profesores a dos arquitectos Luis Moya y Emilio Palmarés.
Al fin, la Academia Berri se abría al público el 1 de Septiembre den 1930, anunciándose en diversos periódicos de la época a lo largo de varios meses. Por entonces, Echevarria era plenamente consciente de que no había un coleccionismo asentado y que si este trabajo no funcionaba, no tendría más remedio que dedicarse a la labor de retratista por encargo.