6. MADRID: ENCUENTRO CON LA GENERACION DEL 98 (1918-1923)
6.1 EN LA REDACCION DE LA REVISTA ESPAÑA CON PIO BAROJA
Durante la primera guerra mundial, Madrid se convirtió en el refugio de numerosos artistas e intelectuales europeos, huidos de sus países de origen a consecuencia del destructivo conflicto bélico que asolaba a buena parte de toda Europa. Por entonces, en 1918 Juan decidía asentarse definitivamente con su familia en la capital madrileña.
En el café Gijón, Echevarria compartia tertulia con el matrimonio Robert Delaunay y Sonia Stern, creadores del “simultaneismo”, con la pintora checa M.Sindlerova, que poseía su estudio en la plaza de Oriente madrileña, J.Grau , G. de Silva , además de con el famoso empresario de los ballets rusos S.Diaghilev. Por entonces, la gran compañía de ballet dirigida por Sergei Diaghilev, a la que pertenecían los dos iconos del ballet clásico mundial , Nijinski y la Paulova, poseía una merecida fama mundial. Durante su estancia en tierra española la compañía rusa llegó a estrenar varias de sus obras en Barcelona, Madrid y en el bilbaíno Teatro Trueba. De hecho, aprovechando el clima de cordialidad con que se desenvolvían en nuestro país, se le propuso al empresario ruso agregar a su clásico repertorio algún tipo de baile y pantomima de raigambre español con la intención de ponerlo en escena en el incomparable marco de la Alhambra de Granada. Sobre este escenario casi de ensueño, aspiraban a “ ver representado en los maravillosos patios del Alcázar el drama coreográfico de Fokine y Barkst con música de Rimsky-Korsakov” .
Pero el proyecto necesitaba de cierto apoyo financiero, por lo que Echevarria se prestó a conseguir fondos dentro del mundo empresarial vizcaíno y Zuloaga accedía a donar el dinero de la venta de alguna de sus recientes obras. A pesar de la generosa colaboración de afamados músicos españoles como Manuel de Falla , no se pudo hacer realidad la original puesta en escena de los ballets rusos en Granada, pues Diaghilev era requerido en poco tiempo para firmar un sólido contrato en Londres . En su lugar, se consiguió que en el magnifico patio del Alcázar de la Alhambra granadina se tocase la pieza de Schererazada (1888) del autor ruso Rimsky – Korsakov , una sinfonía inspirada en la legendaria obra de “La Mil y una noches” .
Por lo demás, Madrid mantenía un vibrante movimiento cultural a través de sus tertulias de café y de sus publicaciones periódicas. En 1915 nacía en la capital madrileña una de las revistas culturales más relevantes del panorama español en el primer tercio de siglo, la revista “España” ( 1915-1924) fundada por el filósofo madrileño J. Ortega y Gasset. Su publicación estuvo ineludiblemente ligada a uno de los personajes que han quedado un tanto oscurecidos con el tiempo, Luis García Bilbao ,poeta perteneciente a la generación noventaiochista . Después de escuchar emocionado la conferencia de Ortega y Gasset bajo el título “Vieja y nueva política” en el Teatro de la Comedia, le comunicó que estaba dispuesto a donarle una reciente herencia suya a fin de promover aquella beneficiosa política cultural. Desde que Echevarria conoció a L.Garcia Bilbao en Madrid conservaron una estrecha amistad, compartiendo una apuesta hacia la pintura moderna , lo que le llevó a retratarle e incluso a dedicarle un bello paisaje de Oyarzun.
Alrededor de este semanario de diez hojas se reunieron algunas de las más conocidas firmas literarias del momento : P. Baroja, R. Maeztu, R. Pérez de Ayala, E. d`Ors, R. Valle-Inclán, L. Araquistaín, E. Díez-Canedo, L. Bello, P. Mourlane Michelena, M. Unamuno, A. Machado, F. García Vela, S. Casares Quiroga, Moreno Villa, entre otros,….. el crítico de arte vasco, R. Gutierrez Abascal, sin olvidar la aportación del genial caricaturista Luis Bagaría, autor exclusivo de las irónicas y controvertidas portadas de cada número de la revista.
En la redacción de la revista España, ubicada en la calle del Prado esquina Echegaray, se consolidaría una concurrida tertulia de seis a ocho de la tarde, en la que tomaron parte amigos escritores y artistas para charlar y discutir en un ambiente distendido acerca de los temas más candentes de la actualidad. Por medio de un testigo de excepción, era posible adentrarse en el ambiente y conocer ciertos rasgos de algunos de sus habituales contertulios alrededor del poeta Luis García Bilbao, el alma de la revista. Garcia Bilbao que publicó diversos poemas en la revista era una persona solitaria, romántica y arisca, noctámbula, lector empedernido, un erudito conocedor de distintas lenguas, que había viajado mucho y al que no le gustaba demasiado compartir el tumulto de los cafés y teatros de la época.
Tampoco solían faltar otros escritores como el director de la revista, Luis Araquistaín, quien se metía en la discusión cuando se ponía en cuestión algún asunto de política, Ramón Pérez de Ayala, siempre preocupado por sus planes de viajes, el poeta Enrique Diez- Canedo con su eterna sonrisa, Valle-Inclán con sus peculiares gafas grandes redondas o bien el brillante periodista Luis Bello. Entre los artistas, el caricaturista Luis Bagaría solía aprovechar la discusión para dibujar de pie a sus personajes ante un enorme lienzo, al mismo tiempo que exponía sus teorías artísticas, las cuales solían indignar bastante a R.Gutierrez Abascal. A veces, también acudían pintores como Zuloaga, Romero de Torres y el pintor viajero Gustavo de Maeztu, con su característica boina y pipa formidable, además del escultor Julio Antonio, de aspecto desenfadado, a menudo con un gesto audaz y optimista, evocando cierta literatura olvidada escrita por bohemios geniales.
En medio de esta tertulia , Echevarria acostumbraba a escuchar atentamente con una actitud silenciosa y cortés, a pesar de que con una sola frase breve de su intervención conseguía desbaratar alguna de las argumentaciones de los tertulianos. Juan no era una persona demasiado locuaz sino más bien reflexiva, pero cuando defendía una causa era bastante apasionado, apoyándola hasta su desenlace. Asi también, otro de los habituales contertulios era el escritor Pío Baroja, considerado un germanófilo , abiertamente admirador de los países europeos, Inglaterra, Francia, Italia y Norteamérica, quien sorprendía a los demás por su manía de sentarse en una silla sobre dos cajones viejos de latas de sardinas , situándose a una altura superior a los demás , y al ser preguntado del porqué lo hacía, con su característica ironía contestaba: “Vino esto de cuando Juan Echevarría me hacía el cuadro y me puso aquí para posar. Me di cuenta de que éste era el primer pedestal que había disfrutado yo en esta vida. ¡Y gusta! ¡Créame usted a todos gusta! ¡Yo no pienso dejarlo así como así! “.
En la Revista España, Echevarria , lejos de las máquinas de escribir, se aposentaba en un cuarto que había habilitado como estudio provisional de pintura. En aquella habitación inició su interesante galería de literatos con uno de sus mejores y más solicitados amigos, Pío Baroja Nessi, a quien al menos llegó a pintar en esta revista sus tres primeros retratos . Durante estas múltiples y sucesivas sesiones el artista a menudo mantenía con su modelo sustanciosas charlas, a fin de adentrarse poco a poco en la psicología del retratado. El propio Baroja traía a la memoria aquellos singulares encuentros en la revista:
“Juan Echevarría, el pintor bilbaíno se ha puesto a hacer un retrato mío en un cuarto de la Redacción de “España”. Sentado en un sillón, sobre una tarima, me paso las horas muertas charlando. Según dice Echevarria, con la charla cambio demasiado de expresión, y mis cejas suben y bajan, y no hay manera de inmovilizarlas. Solemos tener muchas discusiones, sobre todo, y en particular, sobre pintura“.
Pío Baroja, dentro de su galería iconográfica, se convirtió en el personaje más representado por su paleta, superando la docena de retratos, entre bocetos y óleos acabados. Desde un principio, la figura del inteligente, mordaz y sincero (implacablemente) escritor donostiarra encajaría muy bien con la personalidad del pintor bilbaíno. Y más de una vez, a pesar de que Juan acostumbrara a trasladarse al norte con su familia durante la bochornosa estación veraniega, aguantó los calores madrileños con tal de ultimar alguno de sus retratos barojianos. Su particular clima de confianza se debía a una excelente comunicación con el literato, que le llevó a enviarle todos sus libros antes de su publicación, ya que consideraba la opinión literaria de Echevarria siempre interesante y curiosa . De hecho, en 1917, le solicitó que colaborase con algún tipo de dibujo en su novela “ Las inquietudes de Shanti Andia”.
El escritor guipuzcoano, que poseía un temperamento más bien huraño o poco sociable, cuando se encontraba a gusto con sus amigos, en palabras del escritor José Mª Salaverria, solía transformarse en un conversador nato, dotado de un perspicaz y agudísimo ingenio. Se convertía en un interlocutor amable, irónico y locuaz, con él que se podía compartir no solo sus opiniones concernientes al mundo literario, sino también aquellas relativas al campo pictórico y musical. Por suerte, no se quejaba de las numerosas sesiones a las que le sometía su amigo pintor, era un modelo “modélico”, algo que no aguantaron con semejante paciencia alguno de los otros retratados .
Según su sobrino Julio Caro Baroja , Pio Baroja solo acostumbraba a visitar a tres amigos en Madrid : José Ortega y Gasset, la Marquesa de Villa Vieja y Juan de Echevarría . En la casa de la Marquesa de Villa Vieja asistía a una tertulia y con motivo de la estancia del profesor Einstein en Madrid para dar una conferencia en torno a “La teoría de la relatividad “ (1923), le ofreció al científico alemán un té de honor en su casa.
Sin embargo, durante los años veinte, el progresivo distanciamiento que mantuvo de sus más próximos amigos, Azorín y Ortega, trajo consigo que por este periodo de tiempo Echevarría fuera su más cercano amigo.
En realidad, a Baroja le molestaba la gorronería de muchos escritores y pintores , asiduos de los cafés, los cuales se aprovechaban de la exagerada predisposición filantrópica de su amigo: ” A mí, esta gorronería me molestaba y se lo dije varias veces al pintor; pero él creía que si entre varios artistas había alguno que tuviera dinero, era naturalmente el que tenía que pagar. ¿Lo hubieran hecho los demás? Yo creo que no. Era una teoría la suya muy plausible, pero que yo no veía que nadie la llevase a la práctica.” Siempre le pareció excesiva la actitud abierta y generosa de Juan hacia sus amigos artistas e intelectuales y otros menos conocidos, tipos que malvivían a diario dentro de la bohemia madrileña, ya que durante algunos años, Echevarría dio la orden en su casa madrileña de que a quien acudiese a solicitar ayuda económica se le escuchase su problema y se le entregara cierta cantidad pecuniaria.
Desde el principio, a pesar de que ambos poseían temperamentos casi opuestos, mantuvieron una sincera amistad que se vio reflejada en el artículo publicado por Echevarria en la revista “España” titulado: “Sobre el concepto de pintura” dirigido a Pío Baroja, (1918) con el propósito de dar respuesta a un malentendido surgido a raíz de un comentario que el escritor vasco escrito en su libro “Las Horas Solitarias”. Abiertamente, Juan venía a reprocharle su contradicción a la hora de asumir la modernidad en el campo literario mientras que en cuestiones de pintura sostenía una actitud bastante más conservadora . Pero, ante todo, quiso aclararle que no era cierta su afirmación acerca de su pintura, pues su preocupación primordial en su labor pictórica había sido la intelectual y no la sensorial:
“ Dice Ud. que yo sostengo que en la pintura no existe más que el elemento sensorial y que hay que prescindir del intelectual . Yo, mi buen amigo, no he podido decir una cosa que me parece absurda a todas luces. Se trata de alguna confusión de su parte, que , después de todo, no me sorprende mucho , porque nuestras discusiones en la redacción de “España” eran bastante embarulladas; éramos muchos a la hora de hablar y a menudo lo hacíamos a un tiempo. (……) ”
Al escritor guipuzcoano siempre le llamó la atención su vasta cultura , pero , ante todo, esa honestidad o rectitud frente a cualquier problema que se planteara: “Echevarria era hombre de cultura y sensibilidad, y de una probidad para cuestiones intelectuales y para todo muy poco corriente (…).”
En sus Memorias, Baroja señalaba que poseía mayor afinidad con los pintores norteños , en especial, con aquellos capaces de plasmar en el lienzo cierto lirismo o sensibilidad cromática, como era el caso de Regoyos, Arteta o Echevarria, de quien sentía verdadera predilección por sus floreros y por sus paisajes, comentando que ” esas armonías de color suave las captaba como pocos”.
En más de una ocasión, le había aconsejado a Echevarría que viajara con más frecuencia por los campos y los pueblos de España para dedicarse al género del paisaje, pero según él , influenciado por Valle-Inclán, había escogido con más entusiasmo el género del retrato. Curiosamente, a pesar de ser uno de sus modelos preferidos, el más retratado de todos, no supo reconocer en buena medida su faceta retratística, porque no se veía favorecido en sus retratos. Por eso, el crítico y pintor, José Moreno Villa, tuvo que explicarle que muchos de los desdibujos en sus retratos eran trazados por el artista voluntariamente con una previa intencionalidad a fin de captar con más acierto la interioridad de sus retratados.
Dentro de esta primera galería de personajes intelectuales que le acompañaron durante su estancia madrileña, pintó abstraído, sentado, leyendo un libro en la mano, a “Fernando García Bilbao”, al igual que llevaría al lienzo a dos grandes poetas andaluces coetáneos, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Desgraciadamente, el cuadro del poeta granadino, “Antonio Machado”, desapareció durante la guerra civil, mientras que el retrato de “Juan Ramón Jiménez”, ( 1921) quedó inacabado. El temperamento irascible del poeta andaluz le llevó a abandonar su asistencia como modelo en poco mas de un mes debido a sus divergencias acerca de la generación del 98. A pesar del desencuentro, Echevarria decidía no borrar el retrato, permaneciendo guardado en algún lugar del estudio. En todo caso , el poeta cordobés no dejaría de valorar su calidad artística y poco tiempo después de la muerte de Echevarria escribía un artículo en un periódico de la época bajo el título “Héroes españoles variados”: “Juan Echevarria, heredero mejor, por encima de los otros, de Rosales, los alcanza todavía, o mejor ellos lo alcanzan todavía a él. Su ardua lucha, su papel dificultoso, su oficio pesado se aíslan en su pincel lento y mezcladísimo la flor nueva del guano de antes”.
Por otra parte, la A.A.V se mantenía imparable en estos fecundos años de movimiento expositivo, pues si ya se habían dado a conocer en los más dinamicos centros del arte, en Madrid (1916) y Barcelona (1917), en 1921 organizaban una importante exposición colectiva en Zaragoza. Los artistas vascos habían sido invitados a mostrar su última aportación pictórica en el Círculo Mercantil de Zaragoza (1921), lo cual vino a suscitar una enorme expectación entre la población aragonesa con la publicación de diversas críticas favorables: “ Hay un rasgo admirable de audacia en estos artistas que quieren imponer nuevas tendencias y constituir la época artística en que viven. Almas exploradoras, curiosas , colocadas frente al mar que le brindó los grandes descubrimientos que realizaron, navegan por ese otro mar del ideal en busca de nuevos e ignorados horizontes.”
En esta ocasión, Echevarria mandó al menos seis cuadros , entre los que destacaron el retrato de “Francisco Iturrino”y “Luis García Bilbao”. La buena sintonía con los creadores aragoneses animó a que se plantearan la conveniencia de formar un grupo similar al vasco, al que denominaron la Asociación de Artistas Aragoneses bajo la presidencia de J.Valenzuela . Los artistas aragoneses se sintieron incentivados para encauzarse por completo dentro del arte moderno, manteniendo una buena relación con Bilbao y Barcelona .
De nuevo, al año siguiente ( 1922 ), la A.A.V. volvía a mostrar su obra de manera colectiva con motivo del Congreso de Estudios Vascos en la localidad de Guernica, al que Echevarria envió varios cuadros , un retrato de Pío Baroja.