1. LOS PIONEROS DEL ARTE CONTEMPORÁNEO EN ESPAÑA.
“No son las escuelas las que hacen los buenos artistas, sino que son los verdaderos artistas los que hacen las buenas escuelas. No hay tendencia mala para un verdadero temperamento.” Juan de Echevarria
En el umbral del siglo veinte, Paris se erigía en el centro vital del arte contemporáneo europeo, acogiendo a cualquier creador que apostara por un brote artístico de signo moderno. De manera que casi todos los artistas españoles con deseo de adentrarse en la modernidad plástica acudieron sin vacilar al país vecino, pasando alguna temporada más o menos larga , hasta el extremo de que algunos de ellos se quedaron toda su vida en la ciudad del Sena. En cualquier caso, las dos primeras tendencias artísticas más influyentes con que se iniciaba el recién llegado siglo veinte, el fauvismo (1905) y con posterioridad el cubismo (1911) se dieron a conocer al público a través de los Salones de Otoño de París.
A lo largo de la década que Echevarria transcurrió en la capital francesa ( 1903-1913) se fue consolidando una colonia de artistas españoles que convivían casi a diario en el barrio parisino de Montmartre con el protagonismo del jovencísimo Picasso a la cabeza . En estos días, Pío Baroja recordaba en sus “Memorias” su primer encuentro con Echevarria en su apartamento de París . Tertulias de café, reuniones de comida en sus casas , los creadores españoles compartían sus inquietudes artísticas en medio de un revolucionario ambiente estético donde empezaban a cohabitar distintas tendencias artísticas fruto de esa plataforma experimental en que convirtió el escenario artístico en los albores del arte contemporáneo .
Algunos de los mas destacados artistas españoles , imbuidos en un momento de especial intensidad rupturista y de un insaciable afán experimental, se sintieron más cómodos trabajando en la capital parisina, por lo que acabaron el resto de sus vidas en el país vecino. Ciertamente, estos creadores apenas tomaron parte en el intrincado proceso de renovación artística que tuvo lugar en España durante las primeras décadas del siglo veinte y, en consecuencia, se mantuvieron un tanto ajenos al dificultoso ambiente en que se fue desenvolviendo el arte contemporáneo español.
Por el contrario, hubo otros artistas españoles , quienes tras pasar un periodo más o menos largo en la capital parisina, después de descubrir y abrirse a las primeras tendencias que marcaron la senda de la vanguardia europea, sintieron la necesidad de regresar a su tierra, implicándose en la espinosa realidad del ambiente artístico español. De modo que aquellos que se asentaron definitivamente en nuestro país, se erigieron en los verdaderos pioneros de la modernización del arte en España, combatiendo los problemas cruciales que ralentizaron el recorrido del arte contemporáneo español frente al arte de otros países europeos.
A principios del siglo veinte, dos florecientes ciudades situadas en la periferia española , Bilbao en el norteño enclave del País vasco, y Barcelona en la región meridional de Cataluña, iniciaron la estrecha senda aperturista hacia las nuevas corrientes del arte contemporáneo europeo, abanderando la renovación artística en España. El enriquecimiento de la población urbana alentado por la creciente industrialización y las prosperas relaciones comerciales con el mercado extranjero propiciaron un paulatino interés y un animoso acercamiento hacia el movimiento cultural europeo.
Sin embargo, a pesar de que la colonia de artistas españoles asentada en la capital parisina habían compartido de forma cotidiana sus inquietudes artísticas en las mismas tertulias de los viejos barrios de la ciudad del Sena, ello no impidió que artistas vascos y catalanes a su regreso a tierra española permanecieran caminando cada uno por su lado en su apuesta estética. Con el ideal de la modernidad común, pero con trayectorias bien diferenciadas. Una situación que no favoreció en nada ese grado de complicidad necesario para lograr una difusión artística más amplia dentro del escenario artístico español.
Por otro lado, el proceso modernizador en Madrid se dio de manera más tardía, pues se puso en marcha tras la llegada paulatina de ciertos artistas renovadores oriundos de otras regiones de España que decidieron asentarse en la capital madrileña .
Desde principios de los años veinte, algunos críticos y artistas renovadores se propusieron liderar un movimiento de convergencia a nivel nacional aunando las distintas propuestas del arte contemporáneo español. Una meta que vino a entrañar enorme dificultad debido a esa manera característica tan individualista o personalista de comportarse. Pero que al fin se hizo realidad . El tesón de los maduros pioneros dió lugar al primer Salón de los artistas Ibéricos (1925), en el que participaron las entonces jóvenes vanguardias del arte español . Todo este gran esfuerzo de lograr reunir en una exposición la obra de una mayoría de nuestros más significativos representantes del arte contemporáneo español en la capital madrileña propició una progresiva consolidación del arte español en nuestro país, y en consecuencia una mayor resonancia de nuestros artistas fuera de nuestras fronteras.
No obstante, dentro del escenario español , a comienzos de siglo veinte el primero y más costoso frente de batalla estuvo en la presencia dominante de artistas académicos u oficiales dentro del ámbito artístico nacional, los cuales acudían a las renombradas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes madrileñas. En todo caso, a los numerosos artistas académicos les costaba poco vender sus retratos engalanados, barrocas cacerías, o las tan solicitadas réplicas de los típicos paisajes del siglo diecinueve, evocadoras de una simple mirada sensual y festiva de la vida, que agradaba mucho a la clase media burguesa española. Lejos de este panorama académico, el reducido grupo de artistas de signo renovador iniciaba otro tipo de pintura más intimista con técnicas pictóricas de vanguardia, que les hacía sobrellevar una lastimosa situación de marginalidad , comerciando con su obra en precarias condiciones.
Según Echevarría era una lástima que algunos de los pintores académicos, en los que se percibía a primera vista su habilidad o “virtuosismo”con el pincel, al dejar de lado por completo su faceta creativa, no alcanzasen a ser más que simples epígonos del academicismo dieciochesco, no aportando mas que una mera visión costumbrista superficial o folclórica de la sociedad española. En palabras del poeta y pintor, José Moreno Villa, más que sentir cierta preocupación por impulsar una regeneración de la “España Negra”, ellos mismos formaban parte de la Negra España.
Por el contrario, los artistas españoles renovadores, a pesar de trabajar en medio de este ambiente bastante desalentador, caminando a contracorriente, no flaquearon a la hora de defender las modernas corrientes artísticas. No en vano, fueron sumamente audaces al empeñarse en plasmar un tipo de pintura con una novedosa visión estética, pero asumiendo ciertas señas de identidad propias, que le distanciaban del dictamen europeo. En definitiva, acarrearon la estrecha senda de la renovación, de abrirse paso a paso en medio de un letargo cultural como los pioneros de arte contemporáneo en nuestro país.
En el País Vasco, recién inaugurado el siglo veinte (1900 ), los artistas vascos pusieron en marcha sus propias Exposiciones de Arte Moderno (E.A.M.) en la capital bilbaína. De esta manera, se propusieron traer a los mejores creadores de las distintas modernas corrientes pictóricas nacionales y extranjeras con el propósito de contrarrestar el sentimiento generalizado de indiferencia e ignorancia que ofrecía una sociedad burguesa aun bastante ajena al acontecer del arte moderno europeo.
Por tanto, las sucesivas Exposiciones de Arte Moderno trajeron consigo un aire de libertad creativa decisivo en la pintura y escultura vasca, estableciéndose esa base firme sobre la que se iba a sustentar la futura agrupación de artistas vascos, “La Asociación de Artistas Vascos” (1911). Después de la apuesta de los primeros abanderados de la modernidad española, con Guiard a la cabeza, Guinea, Regoyos, Durrio, Zuloaga, Losada a finales del siglo XIX, en el inicio del siglo veinte se consolidaría una segunda generación de artistas vascos, Iturrino,Echevarria, Arteta, V. Zubiaurre, R. Zubiaurre, Tellaeche, Maeztu, los hermanos Arrúe, Guezala, Baroja, Barroeta, Larroque, Quintín de la Torre etc, brillantes artistas , defensores de una plural visión estética que se desenvolvieron en los anales del arte contemporáneo español. Y para ello contaron con la edición de una de las publicaciones culturales más importantes de la época, la revista “Hermes”( 1917-1922) .
Desde el principio, los modernos creadores vascos descartaron permanecer encerrados en sí mismos. Por el contrario, apostaron por mantener una comunicación con un variado abanico de autores españoles y extranjeros de vanguardia, los cuales eran invitados periódicamente a exponer en sus salas. Algunos artistas catalanes como Rusiñol, Pichot, Opisso, Casas, Sunyer etc, colgaron su obra de manera puntual en la galería bilbaína de la A.A.V., e incluso realizaron alguna exposición colectiva, a pesar de lo cual no se consiguió mantener más que una discreta comunicación, al preferir los creadores catalanes exponer mayoritariamente su obra por su cuenta.
A lo largo de los años, los artistas vascos pusieron en marcha significativas exposiciones colectivas con el objeto de difundir la singularidad de su visión estética . De hecho, el considerable despliegue de su obra llevado a cabo por la A.A.V.en la relevante muestra colectiva en Madrid ( 1916) obtuvo una indudable resonancia en el ámbito cultural español y , a continuación, el traslado de dicha exposición a la capital barcelonesa también recogió un especial eco en la prensa catalana (1917). Pero además, con la puesta en marcha de la importante Exposición internacional de Pintura y Escultura celebrada en Bilbao (1919) , los creadores vascos ponían un valioso broche a su incómoda labor de pioneros , a su extraordinaria labor pedagógica con un público lleno de prejuicios , desconocedor e ignorante de lo que venía aconteciendo fuera de nuestras fronteras. En adelante, el caluroso recibimiento de los creadores vascos por parte de los propios artistas aragoneses en su exposición en Zaragoza (1921), impulsaría la formación “La Asociación de Artistas Aragoneses”.
Sin embargo, los dos focos primordiales del arte contemporáneo español se desenvolvieron por dos caminos abiertamente dispares. En esa época, el conocido crítico de arte catalán , Joan Brossa, ponía énfasis en la diferencia sustancial entre los senderos estéticos escogidos por las dos asociaciones españolas de vanguardia artística, Bilbao y Barcelona: ” Es un hecho cierto que las escuelas modernas han entrado en los países ibéricos por Vasconia y Cataluña. Pero al penetrar en ambos países se convierten en corrientes de adaptación: la primera fusionando métodos modernos con los de la pintura clásica española; la segunda haciendo servir la pintura francesa para provocar un arte nuevo que sea expresión de un alma mediterránea. Al españolizarse, el nuevo arte vasco se reintegra a la fuente de origen; el arte catalán se declara heterodoxo, fuera de la órbita clásica, y siente una tendencia irresistible hacia las fuentes griegas. Son dos Españas opuestas que rara vez se compenetran y apenas se entenderán“.
Por otra parte, en Barcelona, los artistas catalanes permanecieron al tanto de todas las tendencias creativas que iban surgiendo en la capital parisina, aunque siempre en la búsqueda de un estilo propio, donde asomase una huella de su identidad catalana. Ahora bien, siempre se mantuvieron al margen de todo lo que pudo significar el sentir de la generación del 98, contemplando con ojos críticos aquella pintura que volvía a retomar la mejor herencia de algunos pintores clásicos españoles.
En el escenario catalán, al modernismo finisecular protagonizado por dos conocidos artistas, Santiago Rusiñol, conocido por sus jardines mediterráneos, y Ramón Casas, ambos retratistas de la burguesía acomodada catalana, le sucedió una figura señera del expresionismo español, Nonell. En todo caso, al igual que los artistas vascos, los creadores catalanes se agruparon bajo la asociación “Les Arts i els artistes” ( 1911) en torno al movimiento cultural catalán denominado “noucentisme”. Entre este grupo de artistas bastante heterogéneo se encontraban J.Mir, R.Canals, R.Pichot o I. Nonell hasta J.Torres-García, Nogués, Maillol o J.Sunyer, quienes expusieron su obra de manera conjunta dentro y fuera de Cataluña . El filósofo y escritor catalán, Eugenio d´Ors, fue el promotor del ideario denominado “noucentisme”, proponiéndose aunar ciertas aspiraciones del nacionalismo catalán junto a un clasicismo estético, basado en la idea de mediterraneidad, es decir, un clasicismo de origen greco-latino. Y dentro de este ideario estético, la pintura de J.Sunyer, a través de sus composiciones un tanto idílicas con figuras femeninas, supuso el mas fiel reflejo de una estética mediterraneista , paradigma de la filosofía de E. d´Ors.
En tercer lugar, Madrid fue adquiriendo en la segunda década del siglo veinte un creciente movimiento cultural que se vio favorecido por el continuado trasvase ideológico y cultural entre los artistas y literatos más brillantes de la época en torno a revistas, periódicos o tertulias. De modo que la capital española se convirtió en la ciudad acogedora de un conjunto de creadores modernos provenientes de las distintas regiones españolas como Juan de Echevarria, Nicanor Piñole, Daniel Vázquez Díaz, Julio Antonio, García Maroto, Victorio Macho o Cristóbal Ruiz, entre otros, quienes protagonizaron la renovación artística, impulsando que la vanguardia se fuera imponiendo al ambiente académico.
En cualquier caso, los artistas ya consagrados en los años veinte tomaron las riendas de la renovación en nuestro país. Emprendieron la comunicación con aquellos jóvenes creadores , favoreciendo el entendimiento entre los distintos representantes de las diferentes expresiones del arte contemporáneo español. En un principio, se pusieron de acuerdo para sacar el manifiesto de la Sociedad de Artistas Españoles . Y pocos meses mas tarde , se produjo un cambió de nombre por el de la Sociedad de Artistas Ibéricos, que culminaría con la primera exposición del Salón de Artistas Ibéricos (1925 ). Si bien, entre todos, la mayor participación se dio por parte de los creadores vascos , cuya obra abarcaría a varias generaciones del arte vasco.
En definitiva, aquellos artistas maduros que habían luchado sin tregua por la renovación del arte español protagonizaron una decisiva actuación en el asentamiento de la renovación del arte español. Aunque la lentitud y el retraso con que fue consolidándose el arte contemporáneo español con respecto a otras naciones europeas estuvo ligado posiblemente a la ausencia de ese centro neurálgico que hubiera acogido a las nuevas tendencias artísticas españolas, ejerciendo como un foco de irradiación hacia el resto de España y del extranjero durante los primeros años del siglo veinte.