B. ESPAÑA, SEÑAS DE IDENTIDAD DE UN ARTISTA DEL NORTE
“ El hombre del Cantábrico es precisamente moral porque toma en serio y con vehemencia todas las cuestiones que suscita la vida”. J.M.Salaverria
Al regreso a su tierra natal en 1913, Echevarria decidía continuar su andadura pictórica al lado de un heterogéneo grupo de artistas vascos y en sintonia con otros creadores provenientes del litoral cantábrico, como el cántabro Jose Gutiérrez Solana, el asturiano Evaristo Valle, Nicañor Piñole, o el gallego Arturo Souto. De alguna manera, su labor pictórica pretendía conciliar su nueva orientación estética adquirida en tierra parisina con un tipo de expresionismo de corte español, dotado con un aspecto formal más realista .
En este sentido, Echevarria siempre mantuvo una clara apuesta a que se respetase que cada artista pudiera evolucionar dentro de la legítima tradición pictórica de su propio país, desechando esa inclinación a la uniformidad que se dio de modo generalizado a partir de las primeras tendencias de la moderna pintura europea:
“Pero países como Italia, Flandes, Países Bajos y España echen por la borda su gran tradición, a cambio de especulaciones de orden plástico más o menos ingeniosas, ello parece un completo desatino. ¿Es que no hay posibilidad de evolucionar dentro de las características raciales de nuestro arte? “.
En primer lugar, el mayor distintivo de todos aquellos artistas españoles oriundos del norte de España se encontraba en que todos ellos volvieron su mirada hacia algunos grandes maestros de nuestra pintura clásica con proyección universal (El Greco y Goya ), atraídos por su extraordinaria fuerza plástica. No en vano , en la obra de Goya admiraron su portentosa expresividad a través de una magistral libertad de ejecución, capaz de transmitir el acontecer de la sociedad de su tiempo. Mientras que en el Greco descubrieron su universo creativo y sus poderosas estilizaciones, siendo además el pintor más admirado por la generación de escritores del noventaiocho. De hecho, en estos dos maestros del arte español vislumbraron las raíces de una moderna estética española que abordaría un tipo de expresionismo dotado de una intensa fuerza con una emoción contenida.
Echevarria, en sus escritos acerca de Goya, “ El españolismo de Goya” , ponía el acento en que se le podía considerar el primer pintor español del Norte. Su fuerte carácter y su faceta innovadora le habían llevado a desligarse de la idea de españolidad concebida dentro de esa típica visión meridional sureña, la cual había sido dominante a lo largo de los últimos siglos dentro de la cultura española. De ahí que , a partir de las primeras décadas del siglo XIX, con la irrupción del genio aragonés se diera un giro sorprendente en la visión estética que tuvo una evidente trascendencia en el ámbito pictórico español, abriendo un sendero distinto por completo cuya aportación venía a desmentir “la opinión generalizada de la servidumbre del arte español a las realidades tangibles” . Su admiración hacia la figura del genio aragonés, le llevó a introducir en algunas de sus naturalezas muertas algún cuadro o estampa de Goya.
Desde mediados del siglo XIX, la influencia de Goya tuvo una decisiva repercusión en algunas de las tendencias artísticas primordiales en el devenir de la modernidad artística europea, entre otras, en el Impresionismo, Expresionismo, Surrealismo etc. Distintos artistas pioneros del arte contemporáneo europeo se detuvieron fascinados ante la extraordinaria ejecución pictórica del creador aragonés, a quien consideraron un adelantado a su tiempo. No en vano, su capacidad innovadora le encumbraría como un creador protoexpresionista que ejerció una ineludible incidencia sobre el movimiento expresionista del norte de Europa . A su fallecimiento a principios de siglo diecinueve no dejó en nada indiferentes , no solo a algunos de los más significativos artistas impresionistas, sino tampoco a los antecesores del Expresionismo alemán tal que E.Munch, cuyo emblemático cuadro “El grito” podía evocar el estallido emocional del protagonista en el cuadro goyesco de “Los Fusilamientos de Goya”. Su huella permanecería en el acusado perfil caricaturesco de los personajes del pintor belga J.Ensor , al igual que en el artista alemán F.Marc , algunos de cuyos grabados estuvieron claramente inspirados en su pintura, o bien en la obra de Emil Nolde, quien le consideró un maestro.
Dentro del escenario pictórico español , Goya ,abría la puerta a una nueva senda en la creación artística, dotándola de una identidad más norteña, ofreciendo a menudo una imagen de la realidad mucho más provocativa y profunda, a veces, sumamente descarnada , con una tendencia a adentrarse en un penetrante análisis sicológico de sus retratados. Goya desplegaría su enorme talento a la hora de penetrar en la sicología de sus modelos. Con su pintura se ponía de relieve uno de los rasgos distintivos de los artistas norteños: considerar la forma como algo secundario con respecto al contenido humano de la obra, al contrario de lo que sucedía con los artistas meridionales, quienes mantenían una preferencia por las normas clásicas. De ahí que Echevarría manifestase que mientras “ en Velázquez la forma y la bella factura constituyen un fin en sí. En Goya la forma no es más que el medio para alcanzar la más justa expresión del asunto” .
Así pues, el propio escritor catalán, Eugenio d´ Ors, promotor de la estética mediterraneista dentro del grupo catalán , reconocía el impacto que le había causado la obra de El Greco y Goya durante una visita al museo del Prado: “Si Poussin, Mantegna, Rafael están situados en vecindad con la escultura y arquitectura, y representan el señorío de los valores espaciales, ahora alcanzaremos aquellas ardientes regiones en que la pintura , agitada por la ambición febril de expresión , está a punto de volatilizar su materia para convertirla en música o en poesía , en lirismo y en carácter”.
A principios del siglo veinte, en el escenario español, coincidieron una generación de artistas dotados con solidas personalidades y brillante talento , que afrontaron la pintura con una mirada distinta al quehacer de los artistas europeos de su tiempo. De manera que la vuelta al estudio de estos grandes clásicos del arte español y su interés en plasmar sus señas de identidad propias supusieron una visión estética novedosa, que se distinguió del contexto europeo al desprender una conciencia social, a veces acompañada de un marcado tono irónico, y en ocasiones que encerraba una provocativa denuncia de la realidad social. Se trataba de un tipo de expresionismo con carácter más realista, que emanaba una considerable fuerza , al que el poeta , José Moreno Villa denominó “expresivismo” debido a una peculiar característica en la que: el enérgico perfil de la figura a menudo estaba asociado a un aire bastante caricaturesco. Tal y como se podía contemplar en el cuadro de “El Sablista” de Echevarria.
De todos modos, los artistas españoles norteños se caracterizaron por una rica pluralidad en sus propuestas estéticas, considerándose algo normal la falta de uniformidad en sus criterios estéticos. En concreto, dentro del grupo de artistas vascos, no pretendieron acogerse a ningún ideario común, muy al contrario de lo que sucedía en otras tendencias modernas europeas, en donde al líder carismático del grupo le acompañaban o seguían otros artistas, conforme a una línea dominante. En esta época, la historiadora del arte mas internacional de la época, Margarita Nelken , manifestaría que los creadores vascos se habían destacado por su fuerza individualista, formando quizá el grupo que menos se habían dejado seducir por esa ola de arte internacionalista una vez surgido el germen del arte moderno mundial en medio del escenario europeo. De hecho, este acentuado individualismo dificultaría el poder catalogarlos dentro de alguna tendencia artística concreta.
A pesar de que con sus propuestas pictóricas trataron de reafirmar su propia personalidad “ no existen en ellos ninguna afinidad espiritual o sicológica que convierta en bloque a este núcleo de artistas; antes al contrario, ….más se distancian unos de otros , tanto más cuanto el carácter, las ideas, los conceptos y sus maneras van definiendo su personalidad, su existencia artística”. Sin embargo, no por ello dejaron de mantener ciertos rasgos comunes esenciales, portadores de unas genuinas señas de identidad en donde latía un trasfondo expresionista.
Así pues, el conocido crítico catalán Joan Brossa, ponía el acento en la expresión artística del arte vasco , a la que denominó “ alma vasca”, en la que señalaba una falta de armonía propia de la estética alemana, debido a una marcada inclinación hacia “lo colosal” . Se refería a que los tipos o las figuras de los creadores vascos estaban ejecutados con un enérgico sentido de la corporeidad del modelo y estaban perfilados con una portentosa carga emocional que ofrecía una visión por completo distinta de la estética noucentista catalana. En este sentido, Echevarría llevó al lienzo grandes figuras en los dibujos de marinos, pescadoras o aldeanos vascos, al igual que en diversos oleos de tipos marginados que se desenvolvían en el escenario rural castellano.
Entre los creadores vascos se dio una abierta preferencia por una paleta bastante luminosa, pero con el predominio de una gama fría de colores entrelazada con una gama caliente de tonalidades atemperadas. A diferencia de algunos de sus contemporáneos como el cántabro , J. Gutiérrez Solana, quien escogió en mayor medida tonalidades mas sobrias con una gama en ocres, marrones ,rojos y negros, plasmando una serie de acentuados contrastes y claroscuros del color.
De hecho, en su libro “La Trama del Arte Vasco” (l920), el crítico de arte, Ricardo Gutierrez Abascal, una vez asentada la Asociación de Artistas Vascos ( 1911), se propuso reflejar la idea de que el arte moderno vasco surgía tras una fusión entre las tendencias artísticas asimiladas en el extranjero y nuestra tradición pictórica, refiriéndose a una denominada “paleta vasca”. Una paleta, en la que podían coincidir básicamente casi todos los pintores vascos, moviéndose en torno a cierta gama de tonos verdes, grises, violetas y azulados :“En el recinto vasco dominan las armonias en grises , las variaciones azulinas, las veladuras argenteas o de dorada palidez, y a las veces como país entre nórdico y meridional que es , se observan fulguraciones esplendidas…… Cuando día a día van llenando sus retinas de los grises de las brumas, los verdes, azules y violetas de Cantabria, sufren como un imperativo externo, concordante con su subjetividad de la armonía en gris. Más la armonía en gris de Cantabria hiere otros registros espirituales que no la castellana, y se hace así un como instrumento musical de expresión añorante y melancólica” . Por tanto, esta apreciación acerca de la paleta vasca desvelaba esa inclinación de los creadores vascos a un predominio de colorido mas contenido dentro de un abanico de tonalidades más frias, mas neutras, pero sin desmerecer el juego de la riqueza cromática en su obra.
En definitiva, era un hecho evidente que los pintores españoles norteños que trabajaron en el umbral del siglo veinte dejaban atrás esa visión sureña de la España siempre festiva, impregnada de brillantes cromatismos con una luz a raudales y ejecutada con densas pinceladas. Por el contrario, su propuesta pretendía plasmar esa otra cara más honda , fuerte y vital , más concienciada con la vivencia interior de sus personajes , con el perfil sicológico de los retratados, y a menudo mostrando el transcurrir cotidiano de la población rural y de los grupos marginales de la sociedad.
De ahí que en 1910, el escritor Ramiro de Maeztu se expresara de forma contundente, refiriéndose a que el arte de procedencia meridional o valencianista (Sorolla, Benlliure), que había predominado a lo largo de los anteriores siglos en el ámbito artístico español, debía ser superado, ya que se le escapaban las líneas grandes y esenciales de la pintura:
“ Es inevitable que los valencianistas escriban artículos, pero que hay que librar esta batalla hasta el final sabiendo de antemano que ha de ser larga y que desde el punto de vista material no vale la pena librarla , pero se enlaza con la batalla ideal a la que he consagrado mi vida. Me he propuesto cambiar los ojos de los españoles y como tengo razón los cambiaré hasta hacerles ver las cosas de otro modo….Esta batalla mía es importante . O vencen ellos, los valencianistas que ven las cosas con ojos de fotógrafo, o vencemos nosotros los vascongados que las vemos con ojos de artistas. Hoy la España ideal está en poder de los levantinos. Y no debe estar y acabara por ser nuestra” .
No pocas conocidas voces intelectuales de la época mostraron en sus escritos cierto anti-levantinismo en su manera de concebir el arte. Por ejemplo, cuando Valle-Inclán casi insultaba a los representantes de lo mediterráneo, “nuestro Mediterráneo no es el mediterráneo oriental, no es el que tiene la ciencia griega, es el Mediterráneo africano, el triste Mediterráneo semita, el triste mediterráneo engañoso” o cuando Unamuno se refería al falso engaño de espejismos levantinos, en oposición a los cuadros que son verdaderos espejos del alma. En palabras del escritor José Mª Salaverria con el despertar del siglo veinte se podía apreciar un cambio que añadía novedosos elementos a la pintura española:
“Hasta hace pocos años la pintura moderna española se nutría con elementos meramente meridionales. Los pintores surgían casi siempre de las tierras donde la luz cae a torrentes: Andalucía, Valencia y Cataluña. Era conveniente la colaboración de un arte más matizado para que la estética española se completase . Tiene el Cantábrico una luz más suave y complicada; es la luz más europea de España ( entendiéndose por Europa la zona de lluvias frecuentes y flora alpina en oposición a la Europa clásica: cielos azules, aire seco, olivos, mirtos, vides.) La intervención de la zona Cantábrica , especialmente de la zona vasca, ha de añadir valor al arte y a la intelectualidad de España, prestando nuevos elementos de originalidad y de complicación a un país, como el español, que siempre se ha distinguido por la fuerza del carácter”.