GITANOS
“El mismo concepto, y la misma visión eufórica, muestran los bocetos de los gitanos, luminosos arabescos logrados bajo el cielo de Castilla. La remota visión que tiembla en las pestañas de la tribu trasciende a colmada expresión de belleza, por la gracia musical de los pinceles. El rico esmalte de los empastes, la sensualidad de color y materia, promueven remotas cadencias. Los bocetos de gitanos son para mí la más bella lección de pintura moderna entre los cuadros de pintor tan moderno: – peregrino que bajo las constelaciones orientales guía la sombra virgiliana de Tintoreto.”
Ramón del Valle-Inclán
Al igual que otros artistas de su tiempo, Echevarria sintió esa íntima necesidad de evadirse de la clase burguesa de su tiempo. A principios del siglo veinte, los creadores españoles hacían realidad su deseo de ahondar en las señas de identidad propias, pero algunos de ellos se interesaron especialmente en los modelos de raza gitana, ya que en su rutina diaria aún conservaban lo más genuino de sus costumbres proveniente de su cultura ancestral. No es que fuera novedosa la temática de lo gitano en el campo pictórico, ya que había tomado cierto auge durante el periodo romántico del siglo XIX, sino que con la irrupción del arte moderno, se venía a introducir una nueva visión más ligada hacia un retorno al primitivismo de estas comunidades, que sobrevivían perpetuando sus costumbres fuera por completo de la moderna civilización.
En todo caso, Echevarria no quiso escatimar medios a la hora de abordar aquellas familias gitanas que provenían del sur, gitanos que acarreaban una vida cotidiana en completa marginalidad, o bien esos otros que bajaban del norte de Europa con un arraigado espíritu nómada, las denominadas gitanas rusas. No en vano, estos grupos tribales, dotados con rasgos de singular expresividad, se le hicieron de alguna manera imprescindibles en su quehacer pictórico.
Entre todos sus coetáneos, Isidro Nonell (1874-1911) se distinguió por la singular forma de abordar sus numerosos retratos de modelos gitanas, las cuales transmitían un sentimiento de melancolía o de tristeza contenida. El artista catalán solía disponer una sola figura femenina sentada, con actitud circunspecta, metida en sí misma, pintada con una singular economía formal sobre un fondo plano. Mientras que en Echevarria, sus gitanas concentraban un diverso estado de ánimo, a veces, sonrientes, despreocupadas, o bien serias, desafiantes , pensativas o reconcentradas, trabajadas con un mayor juego de cromatismos . Aunque, en ambos artistas estaba inmerso un acento expresionista.
A diferencia de otros artistas de su época, no le atrajo el efectismo recargado de las mujeres agitanadas, vestidas con sus chales y peinetas, se desmarcó de la simple farándula, con sus cantes y sus bailes propios de una España blanca de charanga y pandereta, sino que sus gitanas eran personajes marginales ataviadas con pobres vestimentas, pertenecientes a un pueblo que llevaba el espíritu nómada en su sangre. A menudo , en sus gitanas se recogía una naturalidad provista de una energía emocional que no estaba exenta de desbordante sensualidad por la luminosa gama de cromatismos.
Desde su comienzo en el estudio de pintura de Manuel Losada mantuvo un cordial trato con algunas modelos gitanas, a quienes retrataba, conservándose de esta primeriza época un busto de “Gitana” (fig.1), trabajada en una gama de colores ocres y marrones con una singular fuerza contenida. Y al cabo de pocos años, en su viaje a Pampliega (1910), iniciaba sus primeras composiciones de familias gitanas en lienzos de mediano formato. Así pues, en su oleo “Dos gitanas”, (fig. 2 ) tomadas de perfil, lograba plasmar su enérgico perfil dentro de unos cromatismos azules, grises, rojos y violetas.
En adelante, a su regreso definitivo a España, llevaría a cabo su conocida serie de gitanas de Granada (1914-1915) , durante el año en que el artista se asentó en la ciudad andaluza. Por aquellas fechas , acostumbraba a disponer en un primer plano una o a lo sumo dos figuras gitanas , trabajadas en un brillante contraste de armonías hasta entonces desconocido en su paleta, probablemente seducido por la exuberante y cautivadora sensualidad de la naturaleza en estas regiones del Sur. Tanto en sus bustos “Gitana granadina” (1915) (fig.3 ) como en sus retratos de medio cuerpo se advertía la coquetería de las jóvenes gitanas, ” Gitana de Granada” (1915) (fig.6) en las que se intensificaba la expresividad de sus semblantes, acentuando el contraste de las gamas calientes de color.
Durante los años veinte, en plena madurez pictórica, volvió de nuevo a los campos burgaleses de Pampliega y a la tierra de Palencia. A partir de esas fechas, se dedicó a representar sus “Corros de gitanos”. Distintos miembros de algunas familias gitanas, una mayoría de chicas jóvenes acompañadas de niños o niñas posando con una despreocupada naturalidad sentados en el campo. Estas composiciones de familias gitanas arremolinadas, semiabocetadas, sentadas casi en círculo, ofrecían además un singular movimiento a través de la disposición desigual de sus figuras . Apoyadas unas en otras, inclinándose algunas hacia los lados, trabajadas a través de manchas y de pinceladas superpuestas en numerosos matices con una sensación de abocetamiento en el manejo del color. En el cuadro “Corros de gitanos”, (1921) (fig.11 ) dispuesto en la parte superior se puede ver a una de las familias gitanas que residían en Pampliega , a las que pintaría en más de una ocasión. Debido al trabajo de investigación del arquitecto e historiador German Lafont se ha podido saber los nombres de los miembros de esta familia que posaron como modelos- de izquierda a derecha- Pura, Consolación, Emilia, Mario, Julia, Isabel, José, Alegria y Encarna. A alguna de ellas le retrataría de manera individual.
Por otro lado, a mediados de los años veinte, se dedicó a pintar en tierra castellana otro tipo de gitanas provenientes del norte de Europa “Gitanas rusas”( fig.16 ) con rasgos mongoles, anchos pómulos y ojos rasgados marcados, cuyas familias solían acampar en pleno campo con sus tiendas de campaña . Las gitanas rusas ofrecían un mayor grado de exotismo que las gitanas sureñas. Sus composiciones con dos o tres figuras dispuestas de frente estaban trabajadas con un juego de colorido mas frio, envueltas en un diseño decorativo.